#citaciega
“…no se presentó,
y no pasó nada…”
Ausencias justificadas, Fátima M. Roldán
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Hay gente que tiene claro lo que le pone. Hablo de lo profesional… me refiero al tema del trabajo. De lo que le gusta a uno, del dale que te pego rutinario… (creo que me estoy metiendo en un lío) …
…a ver …empiezo de nuevo… olvida lo anterior.
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Hay gente que tiene claro lo que le gusta profesionalmente, aquello en lo que siente que sus competencias fluyen bien. Incluso hay gente que además de gustarle y disfrutar, sienten que les apasiona aquello a lo que se dedican (o querrían dedicarse). Hay gente que lo va descubriendo por el camino. Unas personas buscándolo, otras sin buscarlo.
También hay gente que no lo encuentra nunca, o cree no haberlo encontrado, y se sienten mal, como si estuvieran traicionándose a sí mismos o algo así. Como si estuvieran desperdiciando su vida, sus recursos… una movida… vamos, como si fuera verdad que existieran los príncipes azules laborales, o las princesas rosas, o los principies rosas y las princesas azules… da igual, sea como sea la mayoría de las veces suena a cuento…
También hay algunas personas, entre las que me incluyo, que estamos continuamente redefiniendo el rumbo. Descubriéndonos en el camino. Sabemos cuál es la dirección a seguir, pero no tenemos ni idea del destino definitivo. Sabemos que la propia travesía nos irá dando las pistas para poder virar hacia un lado u otro. Sabemos lo importante que es ganar en sensibilidad para leer bien el camino que hacemos, y cómo nos sentimos en la propia marcha. Y actuar. Y equivocarnos. Y actuar. Y descubrirnos, o redescubrirnos, otra vez, una y otra vez.
Indagar en conocer aquello que te apasiona es una buena estrategia, aunque tratar de saberlo a toda cosa creo que está sobrevalorado. Es buena estrategia porque te activa los sentidos, los recursos y te afina la capacidad de escuchar a tu entorno y a ti en relación a tu entorno. Está sobrevalorado porque a veces, tanto análisis y búsqueda de la vocación termina generando más parálisis y frustraciones que otra cosa.
Sea como sea, reconocerse en el camino, en la marcha, aceptarse en lo que uno hace, en lo que uno es… manteniendo la ambición de lo que uno quiere, de dar un paso más allá, de seguir buscando la siguiente vuelta de tuerca… es una forma de vivir la realidad que concilia el presente y los sueños. La realidad y tu capacidad de desarrollarte en ella, o mejor aún, a través de ella.
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Sea como sea, día a día, cuando dejamos de estar obsesionados por los resultados, por los destinos definitivos, por las metas finales… y nos centramos en vivir el proceso, con el inconformismo sano que nos aporta nuestras ganas de evolucionar más allá…
…es cuando poco a poco, vamos apreciando lo bueno que hay en nosotros. Lo mejor de nosotros. Esas pequeñas cosas que nos hacen grandes, nos dan gasolina, nos activan, nos saca nuestro lado más natural, más efectivo,… es cuando empezamos a conocer los elementos que conforman nuestra esencia, esos elementos que bien combinados configurarán nuestra verdadera y auténtica propuesta de valor.
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Sea como sea, cuando esos elementos se combinan adecuadamente, a veces de forma intencionada (y ardua), a veces de manera casual,… sea como sea, cuando esos elementos se combinan adecuadamente aparecen los resultados, llegan los logros, las satisfacciones, el trabajo deseado, y tus propósitos se ajustan a ti mismo de manera real y como un guante… es cuando flipas, y sientes que todo encaja, que todo va bien.
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…y la pasión, sobre todo cuando se junta con la necesidad, y la necesidad con las fuerzas… se convierte en un vampiro.
La pasión es genial, pero lo devora todo. Una pasión mal canalizada te absorbe, como un pozo sin fondo, todo aquello que le eches… y echarle a la pasión, lo que quieras echarle, es divertido, adictivo, motivante, estimulante… porque además de tragar, ese pozo te devuelve satisfacción, sentimiento de logro, aires de auto-realización.
…la pasión, ciega. La pasión por aquello que haces, cuando se junta con la necesidad de trabajar y la incertidumbre de lo que ganarás el mes que viene, puede ser venenosa. Tóxica. Te hace prisionero de ti mismo, porque todo dependió de ti, todo depende de ti y nunca se sabe el día de mañana… además, me mola, “me molo”.
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Cada día tengo más claro la necesidad de ser conscientes de esto. Porque no nos damos cuenta. Porque en ocasiones nos obsesionamos demasiado con aquello que nos apasiona, o con buscar aquello que nos apasiona, o con mantener aquello que nos gusta tanto, tanto trabajo nos costó encontrarlo y tanto bienestar me está produciendo.
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Personalmente, mirando atrás, descubro como cada cierto tiempo tengo la necesidad de parar. De recoger todo el aprendizaje que he ido acumulado y resetearme. Formatear mi disco duro mental. De limpiarlo de archivos temporales que se van acumulando me enlentecen y me hacen menos efectivo.
No hablo de borrón y cuenta nueva. Hablo de parar, poner en crisis la experiencia anterior. Cuestionarla. Plantearme si lo que me llevó aquí, me va a llevar allá, o si ha llegado la hora de dar un nuevo giro… otro más. No pasa nada. Esto suele sucederme cada tres o cuatro años más o menos. No hablo de hacer cosas radicalmente distintas… hablo de mantener tu coherencia, sin acomodarte en la ficción de tus éxitos de ayer, o de hace un rato… éxitos que ya forman parte del pasado…
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Cada día tengo más clara la importancia de cuidar lo mejor de ti. Dosificándote. Haciéndote presente en el presente. Cuidándote. Física y mentalmente. Cuestionándote. Deconstruyéndote para volverte a construir. Cuidándote. Parando. Respirando.
Todo cambia, tú también. El arte está en mantener tu esencia, todo el rato, a pesar del irremediable cambio.
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Procesos y Aprendizaje
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Imagen de riteshman, vía Pixabay
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