Estos días he estado a punto de cumplir un sueño, y no es una metáfora, es algo absolutamente literal. Era uno de esos sueños que escribiría, probablemente, entre los diez primeros de mi lista de sueños que me harían una ilusión de la muerte (si me permitís la expresión)… o quizás entre los cinco primeros, no lo sé…, bueno, da igual, lo cierto es que estuve a punto de cumplir un sueño (o al menos así me sentí, o me hicieron sentir, lo cierto es que en mi cabeza se conjugaron los elementos necesarios para que lo viviera de esa forma). Lo mismo estuve más lejos de lo que creo, pero lo cierto es que tuve la sensación de estar demasiado cerca de cumplir ese sueño…, y eso, la verdad, me ha tenido la ‘atención secuestrada‘ por unos días’.
No, no voy a dar más detalles del ‘sueño frustrado’ porque no viene al caso, y sí me gustaría compartir como he vivido todo esto y qué aprendizajes voy depurando de la experiencia sobre los sueños que no se cumplen. Que sí, que hay sueños que no se cumplen y esto no es ni bueno ni malo, forma parte de la vida y forma parte de la vida gestionarlo, eso sí, depende de nosotros aprender o no de esa experiencia.
Lo cierto es que mi sueño no se cumplió, y aquí ando, tratando de “reciclar” la experiencia, por cierto, lo mismo me sale un post tristón, qué vamos a hacerle… ¿Qué esto es un Blog de Coaching y que hay que mantener mentalidad positiva y tal…? andaaaaaaa, ¡déjate de rollos!, es saludable vivir con naturalidad todo el abanico de emociones (desde las más negativas hasta las más positivas) siempre que no nos quedemos enganchados a ninguna de ellas, así que déjeme usted vivir mis emociones tal cual y compartirlas con libertad ;).
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La tristeza
Tristeza es lo primero que sentí cuando me comunicaron que no, que no iba a poder ser. Bueno fue un poco confuso, porque parecía que no pero quedaba una posibilidad…, en fin, se me planteó una ambigüedad de esas que ‘sabes que no…, pero lo mismo sí, pero vamos, que ni de coña’, son ese tipo de ambigüedades que lo único que sirven es para no cerrar el tema y mantenerte en vilo unos días más (un rollazo, la verdad).
Da igual los niveles de ‘inteligencia emocional’ que lleves que la tristeza cuando llama a la puerta y se queda un rato es pesada, lenta, pegajosa y mala compañera.
La tristeza nos desinfla el ánimo y aparece en situaciones que implican o bien una pérdida o bien el sufrimiento de un daño o perjuicio para quien la siente. Lo que hemos perdido debe ser algo que percibimos como “valioso” para uno mismo (y esta pérdida o fracaso puede ser permanente o meramente coyuntural).
Quédate con la copla, la TRISTEZA es la emoción desencadenada por una situación de pérdida o circunstancia aversiva. Cuando estamos tristes determinar/concretar qué hemos perdido, qué significa para nosotros y cómo nos afecta, nos apoya a conocer cuál puede ser la conducta más efectiva ante esa emoción. Eso sí, siempre que no estemos en una situación de carga emocional, cuando una emoción es demasiado intensa lo primero que debemos hacer es abordar la “carga” antes que la emoción (algo que no vamos a tocar en este post).
En mi caso, estaba triste pero no estaba en “carga emocional”, así que tuve la paciencia suficiente para dejar que la tristeza llegara, se quedara un rato y pasara…, sí, dejaba su rastro (amargo) y a veces parecía que volvía, pero sabía que pasaría y la dejé estar sin más.
Curiosamente, estas características de decepción y desagrado son las mismas que suelen desencadenar la siguiente emoción que me surgió: la ira, el enfado, la rabia.
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El enfado
La verdad es que después de la tristeza inicial me cabreé. Si bien empezaba a aceptar la ‘pérdida’ me fastidiaba bastante no haberlo conseguido, más aún cuando no terminaba de ver claras las ‘reglas del juego’. En fin, como con la tristeza, dejé que fuera pasando el berrinche…
La ira surge cuando nos vemos en situaciones que nos producen frustración o que nos resultan desagradables. Puede ser provocada bien por la obstrucción al acceso a una meta, la transgresión de normas y derechos o situaciones desagradables que podemos estar padeciendo y suponen una incomodidad que afecta a nuestro ánimo y nuestra conducta.
La ira mezclada con la tristeza me abría una perspectiva nueva sobre ‘mi sueño’, y es que algo que ‘deseaba’ se estaba convirtiendo en algo ‘no divertido’, algo que no molaba en absoluto. Ésta conciencia de mis emociones y sentimientos me facilitaron, lo reconozco, la digestión del desenlace.
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¿Para qué me sirvieron la tristeza y el enfado?
Pues en primer lugar para pasarlo mal y para encabronarme. Pero la verdad, no podía (NO QUERÍA) quedarme ahí, así que que como todas las emociones tienen una función adaptativa, y el malestar y el encabronamiento no iban a más, pues sencillamente dejé que pasara un poco la tormenta y me observé.
La tristeza nos ralentiza y esto nos hace economizar recursos para emplearlos en nosotros mismos, nuestro sistema emocional nos informa de que algo no va bien y necesitamos focalizar nuestra atención en ello. Si la tristeza no llega a niveles de ‘carga emocional’ se activa a modo de mecanismo de ‘autoprotección’ fijando tu mirada en ti, favoreciendo la introspección y el análisis constructivo. A veces promueve la búsqueda de apoyo en las personas de nuestro entorno y eso facilita que otras personas puedan acompañarnos en ese momento. Así que la tristeza me acompañó a un momento de introspección y reflexión sobre mí, sobre mis objetivos, lo que quiero,…
El enfado me aportó la energía que me quitó la tristeza. Ante la frustración me cabreé, lo negué, lo negocié, me entristecí de nuevo…, luego me cabreé otra vez y gracias a ese cabreo me dije un: ¡BASTA YA!, que zanjó y puso fin al debate, sentí que estaba invirtiendo demasiadas energías en ello. La ira, el enfado, nos aporta vigorizar la conducta y elevar nuestro nivel de activación, algo que bien canalizado nos pone en marcha a la acción.
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Los sueños que no se cumplen dejan un espacio
Bueno, lo único que quería compartir era mi experiencia ’emocional’ ante ‘los sueños que no se cumplen’. Porque como te dije antes, hay sueños que no se cumplen (ojo, no por decir esto voy a dejar de soñar, de hecho, me permito tener todos los sueños que pueda, me apoyan, me proyectan y me alimentan los nuevos retos).
¿He aprendido cosas de toda esta experiencia? Pues sí, algunas ya las he contado y otras no.
Una de las cosas que más me ha llamado la atención es tomar conciencia de que los sueños que no se cumplen dejan un espacio, un hueco…, y ese espacio solo lo puede llenar uno mismo, primero conociendo bien cómo es ese espacio, identificándolo y descifrando qué necesidad subyace en él, qué significa ese vacío y decidir si quieres seguir llenándolo y con qué. En definitiva, ¿Qué necesidad es la que quiero satisfacer con mi sueño?
El espacio que dejan los sueños que no se cumplen es un espacio importante, porque dice mucho de nosotros, de quienes somos y de qué es lo que queremos ser.
Ahora quiero indagar en ello, tengo la sensación de que será otra vuelta de tuerca en mi proceso personal…, sobre todo cuando en este momento, después de estos días de vigilia y espera, si mi sueño me dijera VEN, créanme que yo le diría AFFLECK…
PD.- siempre me sentí identificado con la historia de esta canción… me encanta:
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No hay que engañarse, en la vida hay muchos sueños que no se cumplen. Esto hay que tenerlo claro para no caer en frustraciones absurdas. De hecho, muchos es imposible que se cumplan porque los sueños de unos chocan con los sueños de otros, se enfrentan, son incompatibles, para que unos triunfen otros tienen que fracasar. Y esto vale a la hora de crear un negocio, o al presentarse a unas oposiciones, y a asuntos de índole más intimo en lo personal,…No todo el mundo puede ser un empresario de éxito, para que unos triunfen otros tienen que fracasar. Además de que es imprescindible la clase trabajadora, aunque haya pocos que quieran estar en ella, debería valorarselos mucho más. En las oposiciones suele haber muchos más opositores que plazas. Se puede luchar por los sueños pero asumiendo que pueden no conseguirse. por mucho que algunos/as quieran vender la moto de que con espíritu positivo todo es posible. Este es un engaño claro, del que algunos/as viven.