#citaciega
“…lo hacía muy bien,
pero no tenía ninguna intención de comentárselo,
así estaba bien…»
‘Pinchaglobos’, de Fátima M. Roldán
.
¿Por qué nos cuesta tanto reconocer a los demás? ¿Por qué nos cuesta tanto dar las gracias abiertamente a alguien por lo bueno que nos da? ¿Por qué tenemos tantos reparos en hacer explícito el valor que una persona aporta o genera en algún contexto… sea personal o profesional… sea individual o colectivo…? ¿?
…sabes, si vas a seguir leyendo el post yo que tú evitaría caer en “el efecto tercera persona”, que es cuando piensas que estas cosas no te pasan a ti, que estas cosas le pasan a los demás… te lo digo porque al final todos podemos creer que somos mejores de lo que pensamos, y nos terminamos perdiendo un puñado de aprendizajes… luego, si no estás de acuerdo, me lo dejas en un comentario y hablamos, debatimos… pero ahora, pongámonos en clave ‘primera persona del singular’…
Todas estas preguntas que me hago al inicio se me vienen, de nuevo, por lo que observo. Y es que, a pesar de mi miopía, la cuestión es que observo como en demasiados contextos personales o colectivos, en los que la gente hace las cosas bien, éstas que se invisibilizan. Incluso a veces, cuando parece que nada funciona, que no hay nada aprovechable… lo que se puede aprovechar (y en algún caso nos podría salvar) se pasa por alto, no lo consideramos… prefiriendo tener el foco en lo que no funciona.
¿Por qué cuesta tanto decirle a la gente lo BIEN que hace lo que hace BIEN?
.
Estimar
El reconocimiento es una necesidad. Todos tenemos la necesidad de ser considerados y reconocidos.
Cuando practicamos el reconocimiento estamos apreciando lo que esa persona es, o lo que esa persona hace o ha hecho, o la forma que ha tenido de comportarse, de tener una determinada actitud. De igual manera, cuando nos reconocen nos están poniendo en valor. Por lo que somos, lo que hacemos o por nuestra manera de actuar.
Dar y recibir estima, es dar y recibir aprecio. Poner en valor y dejarnos poner en valor.
Es un acto de estima dada, cuando se reconoce, y de estima recibida, cuando se reconoce. Siendo la estima una muestra de aprecio por lo que esa persona es o ha hecho.
.
Las aristas del reconocimiento
Pero claro, el reconocimiento implica un posicionamiento personal frente a alguien o alguno de sus actos… y parece que en muchas ocasiones preferimos oscurecer el reconocimiento, a costa de mostrar la estima adecuada en el momento pertinente. Quizás pensemos que reconocer a otra persona implica poner nuestra propia posición en duda, o ponernos por debajo, o mostrarnos dependientes o vulnerables hacia esa persona… y eso, joder, es demasiado arriesgado…
…es entonces cuando preferimos callar el elogio. Total, tampoco hacemos daño a nadie silenciando esto ¿no?
.
Doble filo
Cierto es que el reconocimiento, si bien es una muestra de aprecio y respeto, de singularización de alguien, de resaltar su valor personal e intransferible… sus efectos tienen varios filos, y por todos nos podemos cortar.
Más allá de los beneficios propios de reconocer a alguien, el reconocimiento es el alimento preferido de nuestro EGO. El ego es la parte más presumida que todos tenemos. Esa a la que le encanta sentirse el rey de la casa, el alma de la fiesta, el centro del universo. Esa que incluso puede hacerte pensar que las cosas sin ti no funcionarían, que eres pieza indispensable y que tu manera de hacer las cosas es la correcta. En distintos grados, y en este sentido, el EGO nos maneja en estas direcciones.
Por otro lado, cuando dejamos de hacer las cosas por el valor que tienen en sí, y el propósito es la búsqueda del reconocimiento… tenemos un puñetero problema. Las cosas pierden su sentido, aunque nos convenzamos de lo contrario, puesto que el foco está en la obtención de la gratificación de los demás en forma de ‘reconocimiento’… buscamos el aplauso, el ‘me gusta’, el ‘qué bueno eres’… como consecuencia necesaria de cada paso que damos.
Ahora bien, siendo estas las fronteras, me parece una temeridad emocional rehuir del reconocimiento porque pudiéramos caer o hacer caer a los demás en una de estas trampas del EGO. Y es que, el reconocimiento, cuando es pertinente, es justo y necesario. Para los demás y para ti.
.
La envidia y los celos
Suele resultar más sencillo reconocer a los que pensamos no representan una amenaza para nosotros, en algún sentido. Los vemos lejos. Los efectos de su reconocimiento no nos afectarán y nuestra posición real o psicológica no se verá alterada.
En cambio, cuando tenemos una conexión con alguien la situación es distinta. En vínculos profesionales la falta de reconocimiento del otro huele a envidia. Dicen que no hay envidia sana, y yo me lo creo. La envidia silencia el reconocimiento, porque no terminamos de encajar el valor o los méritos del otro, que bien podrían haber sido los nuestros. La envidia implica un deseo de querer lo que la otra persona tiene, así, si yo no tengo lo que el otro tiene, encima… ¿cómo puñetas vamos a reconocérselo? Es más, en grado extremo, la envidia se transforma en un deseo de que la otra persona pierda lo que tiene, su talento, sus méritos, su valor.
Primos de la envidia están los celos, o esa forma de miedo a que los cariños basculen hacia un lado distinto al nuestro. Así, mejor no sacar demasiado brillo a otros estímulos que distraigan de nuestro propio talento… prefiriendo no reconocer, como si así ganásemos algún tipo de ventaja competitiva.
.
El orgullo
En otros casos, podemos reconocer o no reconocer por orgullo.
No reconocer por orgullo tiene que ver con lo que acabamos de decir sobre la envidia, de hecho, el orgullo es la herramienta de la que se vale la envidia para cerrarte la boca. Es cuando el orgullo funciona como un tipo de arrogancia.
Por el contrario, podemos reconocer por orgullo. Precisamente, en un controvertido post, hace tiempo que escribí en este mismo blog sobre el lado oscuro de sentir orgullo de alguien. Y es que, el orgullo puede llegar a ser una forma de usurpar el mérito del otro haciéndolo tuyo. Me siento orgulloso (=reconocido) por lo que tú eres o haces. Recuerda que la emoción del orgullo tiene un alto componente de sentido de pertenencia.
Si se nos va la mano con el ‘sentimiento de orgullo por alguien’, podemos terminar dándole valor a la otra persona en función al retorno emocional que obtengamos de ella. Y en grado extremo, le acabaríamos inoculando unas expectativas (lo que espero que hagas, para sentirme orgulloso de ti) que es otra forma más de maquiavélica manipulación emocional.
.
Límites y libertades
No sé. La falta de reconocimiento está en nosotros. Cuestión de miedos, de inseguridades, de celos, envidias u orgullo. Estados emocionales que nos limitan, que nos estrechan la visión y merman efectividad a nuestra manera de ser y de relacionarnos…
…estados emocionales propios que ahogan nuestro talento y nuestros méritos… y los de los demás. Como si así ganáramos algo, o lo protegiéramos.
Qué rollo.
Es una virtud saber reconocer. En tiempo y forma. Sin dudas, ni demoras. De manera explícita, siendo concretos y específicos. Sin ambigüedades. Focalizándonos en las fortalezas, las nuestras y las de los demás. Sin manipulaciones, sin esperar nada a cambio. De manera privada y pública, en sentido positivo y constructivo.
Integrar el reconocimiento en nuestras relaciones, y en nuestros equipos, facilitaría mucho nuestros procesos y nuestros resultados. Expandiría nuestros afectos, y nuestras libertades. Sin duda.
Por qué nos cuesta poner en valor a los demás, ¿A qué esperamos? ¿A qué tenemos miedo?
.
2
Si, señor, muy lúcido y sabio. Mil gracias, David. Es reconfortante contar con tu luz en el camino
Gracias Isabel,
Un saludo,
d.
Buen mensaje, creo que expresar el reconocimiento sin ego y orgullo es la clave definitivamente, y sobre todo en post de comstruir al otro como bien menciona. . 🙂
Gracias Josúe!
…»reconocimiento sin ego y sin orgullo»,
Gracias por subrayar esta idea!
d.