#citaciega
“…se pasó toda la hora
observando el humo que salía de su casa,
sin interpretar las señales…”
‘En ascuas’, de Fátima M. Roldán
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Hablaba el otro día con una compañera sobre los trabajos y los proyectos en los que habíamos participado en los últimos años. La conversación estuvo bien, fue positiva, de buen rollo y tal, pero no sé por qué terminamos con algo que sonaba a “todo pasa, no somos nada” …
…será la edad. No sé. No sé por qué puñetas terminamos la conversación así, si todo iba bien. Será la mierda de la crisis de los cuarenta o qué… ufff… “…no somos nada”…
La cuestión es que con un poco de perspectiva te das cuenta de que pasa el tiempo, y con el tiempo lo que aportas y te aportan todos esos proyectos en los que intervienes, los trabajos que desarrollas, las colaboraciones en las que estás presente y que todo eso está muy bien… y que tú solo eres un ingrediente más del puchero, solo eso… un ingrediente más…
…no somos imprescindibles. El mundo va a seguir funcionando, los proyectos van a seguir generándose, dando sus frutos, y las cosas fracasarán y prosperarán sin tu participación…
…en este punto, entenderé perfectamente que a estas alturas del post, dejes de leerlo y me mandes a tomar por saco. Pero de verdad que no quiero amargarte la semana, no es la intención…
…verás…
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El agobio y los apegos
Que sepas que eres totalmente prescindible no quiere decir que te sometas a vivir bajo la espada de la incertidumbre. Esto es, a estar todo el rato pensando que eres prescindible, que estás de paso y que en cualquier momento te van a dar la papeleta… la de salida. Algo que te puede pasar siendo trabajador por cuenta propia o trabajador por cuenta ajena, distinción que cada día se parece más a un formulismo jurídico que a una realidad de hecho. Así, que salvo que vivas en el Matrix de la Función Pública, la realidad profesional en este sentido se nos presenta bastante inestable.
El tema es que “saberse prescindible” es una circunstancia que está cuestionando directamente los medios que tenemos para satisfacer nuestras necesidades básicas, y esto es un agobio. Nos agobia que se nos termine el contrato, el trabajo, el proyecto que nos permite unos ingresos o que algún cliente deje de contar con nuestros servicios. Un agobio. Normal.
…la ansiedad que esto te puede terminar produciendo hace que reduzcamos el foco. Reduces el foco hasta percibir tus actuales fuentes de ingresos y recursos como las únicas fuentes de ingresos y recursos, así, la obsesión es conservar lo que tienes a toda costa. Nos apegamos a lo que tenemos, nos vinculamos emocionalmente a aquello que conocemos, tanto y tan intensamente que dejamos de ver otras alternativas, otras opciones, otras realidades más allá de las presentes. Actuamos como si más allá de lo que tenemos no hubiera vida.
Normal, la situación es un agobio. Y el agobio nos genera unos peligrosos apegos que merman nuestra capacidad de respuesta
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Libres o rehenes
Quizás, y aunque suene paradójico, una de las formas de vivir esta situación de una manera positiva-proactiva sea asumirla cuanto antes, y así, sacarle la máxima rentabilidad posible (que la tiene).
Lo que ocurre es que en ocasiones confundimos “asumirlo” con “resignarse” o “encabronarse”, y claro, no es lo mismo.
Me explico, cuando te ‘resignas’ entras en un conformismo circular pasivo, estás en plan “no somos nada”, esto es súper triste, no valgo porque no me mantengo y termino creyéndome que soy tan provisional como las cosas que me pasan, y de ahí no sales. Por el contrario, el ‘encabronamiento’ es una especie de conformismo circular reactivo, esto es, te pones en plan “el sistema contra mí”, todo es una mierda, me tiran a la basura cuando no les valgo, y acabas agotado de pelearte con el aire. De ambos estados obtenemos poco retorno, bueno sí… algo de desahogo, un puñado de quejas, algún atisbo de reivindicación, pero poco más… al final, las dos actitudes nos dejan dándole vueltas a la misma farola.
Por otro lado, asumir que eres prescindible cuanto antes te permite aceptar (te guste más o te guste menos) esta regla del mercado profesional y preparar la mejor respuesta posible. Así, sin caer en la resignación ni en el encabronamiento, te activas. Y una de las estrategias más efectivas en este sentido es saber ponerte en valor, lo que te permitirá por un lado alargar tu permanencia en los sitios, ser recurrentemente demandado para contar con tu participación profesional o que se abran nuevas oportunidades y posibilidades.
No es sencillo. Porque las necesidades básicas son las necesidades básicas y hay que satisfacerlas, y los apegos y los cariños se generan. Ahora bien, que no sea fácil no quiere decir que sea imposible… y ten presente que no es igual terminar siendo un rehén de tus trabajos y proyectos, que saberte prescindible y jugar con ese margen de maniobra que da una realidad que tarde o temprano se te presentará sin disimulo.
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El margen de maniobra
¿Dónde encuentro mi margen de maniobra? En la libertad que obtienes sabiendo que no estarás donde estás e invertiendo para agrandar tu capital profesional. Pero antes, tengo que explicarte algo…
…verás, para mí hay un aspecto sagrado en todo esto. Saberme prescindible no puede menoscabar mi profesionalidad, ni restar un ápice de calidad a mi desempeño. Lo contrario, rebajar nuestro buen hacer, sería poner en duda el capital más importante que tenemos y que nos acompañará a todos sitios: nuestra profesionalidad.
Tu profesionalidad no solo irá contigo a todas partes, sino que será una de las razones más poderosas por las que cuenten contigo. Además, deja rastro. La buena y la mala profesionalidad deja rastro, y aún en contextos “injustos para ti”, una mala actuación profesional te termina pasando factura. Jodido, ¿verdad?
Así, si no quieres estar en un sitio por considerarlo precario, injusto o vampírico en alguna dimensión… mejor dejarlo, si puedes, que ponerte en cuestión con un mal desempeño. Si no puedes, haz lo que tengas que hacer, saca fuerzas para salir de ahí… pero no te juegues tu reputación (aunque creas que no vas a volver a pisar ese sitio o no vas a volver a ver a esa gente en tu vida).
Conocer y ampliar el margen de maniobra que tienes en cada momento implica: saber en qué proyectos estás, en cuáles querrías estar, qué aprendizajes estás extrayendo de tus experiencias presentes, cómo se podrían extrapolar esos aprendizajes a otras situaciones, qué te gusta de lo que haces, qué no te gusta, en qué sentido quieres desarrollarte profesionalmente, en qué sentido no quieres desarrollarte profesionalmente, con quién estás trabajando y con quiénes te gustaría trabajar, que problemas resuelves, que mejoras, que innovaciones eres capaz de generar, que beneficio generas… qué valor generas… en todos los sentidos, y cómo puedes extraerlo, comunicarlo, demostrarlo y hacerlo accesible a otras personas.
Piensa, es lo que te permitirá ser menos rehén y más libre.
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Imprescindible
Pues eso, creo que lo imprescindible hoy en día es conocer y desarrollar nuestra propuesta de valor, dejar y generar valor en todos los proyectos en los que participemos, y en las personas con quienes te encuentren, y acreditar nuestra solvencia profesional en cada una de las etapas en las que estemos.
Primero porque lo anterior nos hará sentir bien, nos hará crecer personalmente, profesionalmente y nos dará más margen de maniobra para decidir dónde queremos estar.
Segundo, porque no nos dejaremos de sentir ‘prescindibles’ pero sí nos sentiremos más libres, no se nos esfumarán los temores, pero sentiremos que tenemos y ganaremos en capacidad de respuesta.
…además, recuerda que aún siendo prescindible, solo hay una persona que hace las cosas como tú… que es en definitiva, lo que marca la diferencia.
(…por cierto, te animo a que busques la letra de la canción de hoy y la mastiques un rato…)
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Da un poco de miedo pero es verdad, todos somos prescindibles. Genial esta entrada. Enhorabuena.
Gracias Marián!
d.