#citaciega
“…todo el mundo le sonreía,
así ganaban un amigo,
y podían seguir conservando sus dientes…”
‘Muelas’, de Fátima M. Roldán
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Es una percepción que he tenido en más ocasiones de las que me gustaría.
Lo veo muy claro cuando he intervenido en algunos equipos, he trabajado con sus líderes y luego he tenido la oportunidad de contrastar sus percepciones con las de su grupo.
Me refiero a aquella situación en la que la persona que está al frente de un proyecto se siente respetada, cuando en realidad, los subordinados sienten más miedo que respeto, y el afecto hiede a temor velado.
El contexto que se genera, además de triste y grotesco, puede terminar resultando peligroso para unos y otros, y para la viabilidad y sostenibilidad del proyecto.
…unos se dan cuenta, y consideran que es un buen estilo de liderazgo porque consiguen mantener a raya las situaciones y logran que las cosas se hagan; otros no se dan cuenta, y campan a sus anchas con sus modos y maneras; y otros, aun sabiendo la realidad emocional subyacente prefieren disimularla porque…. qué puñetas, les aporta una distancia con los demás y un margen de maniobra que, aunque apoyado por el miedo, les resulta particularmente cómodo (a pesar de las incomodidades ajenas).
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Se nota, y se siente
Hay casos muy explícitos, en los que todo el mundo sabe lo que hay y todo el mundo lo comenta. Aquí, cuando el líder está presente hay mucha sumisión a lo que éste va dictando, pero cuando desaparece hay mucha hostilidad que se externaliza por todos hacia esta figura. Vamos… que cuando está el profe en clase está todo el mundo callado, y cuando desaparece los alumnos saltan descontrolados y caóticos.
En un plano emocional, el grupo de personas puede encontrar cierta vía de escape a la hora de compartir entre ellos el cúmulo de inquietudes que esta conducta de quien dirige va generando, aunque a largo plazo esto se hace insostenible… y la gente va cayendo.
En cuanto a la efectividad colectiva, no nos engañemos, la autonomía del grupo se resiente, las cosas no se hacen por el valor que tengan en sí y por su contribución al proyecto… las cosas se hacen porque si no se hacen lo mismo te cae una colleja…
…a la larga, todo se va desmembrando… o si no, para evitar que el proyecto haga aguas, se van sustituyendo las piezas del equipo al mismo ritmo que el líder va guardando cadáveres en su armario… pesa más el estilo de liderazgo y el resultado inmediato que la sostenibilidad a largo plazo.
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No se nota, pero SE SIENTE
Hay un caso que me parece particularmente peligroso.
Estamos ante el mismo estilo que el anterior, solo que con unas formas más dulcificadas.
La persona que dirige se siente segura, efectiva y que ha nacido para gestionar (ordenar y mandar). Es efectiva, controladora y necesita que todo esté bajo su supervisión. Obtiene buenos resultados y mantiene buenas relaciones siempre y cuando las cosas se hagan a su manera. Será tajante (sobre todo en la intimidad) y se reservará el golpe en la mesa cuando haya más público de la cuenta… no vaya a ser, que se le pueda tachar de intolerante e inflexible.
Maneja muy bien las estrategias de chantaje emocional, esto es, te otorga su confianza pero no de manera gratuita ni a cambio de que hagas lo que tienes que hacer… que por supuesto, es importante y tendrás que llevarlo a cabo según las directrices establecidas… la confianza te la da a cambio de lealtad, una lealtad que con el tiempo se traduce en hacer lo que se dice que hay que hacer, si no… le estarás fallando… una lealtad que a largo plazo recorta las iniciativas que se pudieran tener, porque no cabe iniciativa que se salga del margen de maniobra de quien ejerce de esta forma el liderazgo.
Este estilo de liderazgo más que genera un tipo de conexión emocional que se parece más a una “correa emocional que te ata en corto” que a un vínculo personal… y lo más jodido, se irá consolidando conforme van quedando solo “quienes le siguen el juego”… porque el resto, de manera silenciosa, habrán ido desapareciendo… en este sentido, resulta especialmente cínico como el líder aparece en muchos casos como una víctima de esas “personas que se fueron y que nos estaban haciendo la vida imposible”…
…el resultado es un equipo hecho a la medida del líder, en el que todo el mundo sabe las normas implícitas que reinan en ese fuero, en el que superficialmente hay muy buena relación y cohesión grupal… pero las líneas rojas están bien definidas, dentro de ellas puedes hacer lo que quieras y sentirte libre (previa autorización). En este tipo de grupos abunda el consenso (qué remedio), una homogenización del pensamiento y las políticas de trabajo (qué remedio), cosas que limitan el desarrollo de la inteligencia colectiva.
Lo curioso es que si te fijas un poco, detrás de tanto buen rollo aprecias cierta rigidez en los movimientos y en las acciones. La cosa no fluye. La gente está bien, pero no. El líder se siente respetado e incluso querido, pero la gente está cagada y contenida… lo que pasa es que se ha generado un contexto en el que estar algo cagado compensa.
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Respeto, miedo
El respeto tiene que ver con el afecto. Un afecto por el otro que se traduce en una aceptación de la persona, de sus modos y de sus maneras, y que no se pierde por no estar de acuerdo con ella. El respeto no es sinónimo de plegarse incondicionalmente a lo que el otro nos proponga. El respeto hacia un superior no es sinónimo de aceptar incondicionalmente todo lo que proponga con todos los efectos. Entiende esto con sentido común, no hablo de rebeldía, ni de estar todo el tiempo discutiendo las propuestas del jefe… aplica esto con todo el sentido común del mundo.
Se mantiene la posición, se acatan las obligaciones propuestas, pero ni lo uno ni lo otro puede suponer una vampirización de las personas, ni una pérdida de voluntad. Habrá cosas que nos gusten y cosas que no nos gusten, y las haremos, cosas que sean para nosotros más o menos cómodas… y las haremos… porque sabemos que esa incomodidad no es un capricho, ni esas cosas difíciles una forma de presión… las haremos porque respetamos el ejercicio de la responsabilidad de quien es nuestro superior… un respeto ganado en base a un saludable ejercicio del liderazgo.
Cosa distinta es cuando hacemos las cosas por miedo. Cuando el temor es un motor y la vulnerabilidad un sentimiento demasiado recurrente. Cuando estamos vigilantes y en alarma constantemente… aunque sonriamos, para mantener la paz de nuestro velado carcelero… situación que nos compensa mantener, pero no nos engañemos, es insostenible a largo plazo sin dejar ninguna muesca en nuestra identidad profesional (y en el peor de los casos, en nuestra identidad profesional).
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…sé que el tema da para más. Podría seguir escribiendo y reflexionando sobre las inseguridades de quien ejerce este estilo de liderazgo, del afán de control de estas personas, y de lo triste que resulta confundirse con un cargo y creer que “persona/puesto” es lo mismo… pero esto ya está resultando demasiado largo, y supongo que tendrás muchas cosas que hacer… y yo también, la verdad.
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…aunque el Drácula se vista de Ye Ye, Drácula es…
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Procesos y Aprendizaje
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Cuando el miedo se viste de respeto
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Foto de dimitrisvetsikas vía Pixabay, con licencia CC0
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Me gusta ese tema.
El miedo revestido de respeto…
Nos esta pasando… sabemos que no debe ocurrir pero mientras tanto.
Es un comportamiento alienado..
Gracias Efrain,
…me alegro que te resulte interesante, el próximo jueves sigo con el tema, a ver si podemos arrojar algún atisbo de gestión adecuada.
Un abrazo!
D.
Hola David. Muy interesante la reflexión, la cual comparto mayoritariamente. Por hacer un poco de abogado del diablo, ahí va una pregunta. Imaginemos un escenario en el que la teoría no funciona. Me refiero a cuando a pesar de que existe un propósito, una visión y unos valores compartidos, cuando llega el momento de «currar», la gente curra poco, bastante menos de lo necesario para materializar esa visión, etc. ¿Por qué? Bueno, porque no todo el mundo tiene la misma capacidad, ni la misma resiliencia, ni la misma voluntad, ni es igual de efectivo… ¿Qué debe hacer aquí el líder? Entiendo – desde un enfoque maquiavélico – que si la gente solo reacciona ante el miedo el líder esté tentado por usarlo, ¿no? Durante muchos años he sido bastante «talibán» defendiendo el liderazgo «correcto». Ahora lo sigo siendo, pero soy menos talibán con el tema. Será que soy más viejo y he visto ocasiones en las que, con determinados colectivos, quizás porque es a lo que están acostumbrados, el diálogo, el coaching, etc. arrojaban resultados peores que la «mano dura». En tu opinión, ¿puede ser que estas excepciones existan o no?
Un abrazo
Hola José Miguel,
…pues tienes mi respuesta en el post del Jueves, en el cual me dedicaré precisamente a eso, a responderte!
😉
Un abrazo!
d.