Cuando me enfado conmigo mismo no me aguanto. Ni me miro. Ni me hablo, y aunque me hablo ni me contesto, o me pongo mala cara y me hago el tonto como si no me estuviera escuchando. No escucharme a mí mismo me saca de quicio, y quizás por eso lo haga, porque cuando estoy enfadado conmigo mismo lo único que quiero es molestarme y quedar por encima de mí.
A veces cuando me enfado conmigo mismo hago cosas para fastidiarme, solo por joderme. A lo mejor me voy a la cama y no me lavo los dientes, porque sé que lavarse los dientes es importante para mí, pero no lo hago y así me jodo. Y cuando estoy acostado me lo recuerdo, y me digo “no me he lavado los dientes, te jodes”, aunque no me contesto y me hago el dormido para no entrarme al trapo. De hecho me doy la vuelta y me pongo el culo. Y sí, como sé que dormirse enfadado no es buena cosa una parte de mi trata de reconciliarse en ese momento y me echa el brazo por encima, pero nada, me lo aparto rápido o me sigo haciendo el dormido…, aunque lo peor de hacerse el dormido con un mismo es que en el fondo sabes que no estás dormido y que te enteras de todo, lo que pasa es que te ignoras… qué mal…
Cuando me enfado conmigo mismo no pongo voluntad en la cosas que hago, y casi todo lo que propongo me parece una tontería. Cuando me enfado conmigo mismo mis objetivos me parecen fantasías infantiles de un adulto idiota, y mis planes una manera de perder el tiempo.
He llegado a esconderme las llaves del coche cuando tenía prisa y volverme loco a mí mismo buscándolas y diciéndome, tío tú eres tonto, y yo responderme que no tenía la culpa y que eso le puede pasar a cualquiera, haciéndome llegar tarde y teniendo la desfachatez de decirme que si me hubiese organizado mejor no habría tenido ningún incidente.
He llegado a no comer aunque tuviera hambre, a no sentarme aunque estuviera cansado, a hacerme quedar como un mal educado delante de otros. He llegado a cambiarme la cosas de sitio. A ponerme celoso con otro, haciéndome ilusiones de lo feliz que sería siendo otra persona. Cuando me enfado conmigo mismo me echo en cara todo lo que me prometí, todas las expectativas que no me cumplí y todo el tiempo que ha pasado sin llegar a ningún lado. Cuando me enfado conmigo mismo siempre termino viéndome una cana, una arruga, algún kilo de más o lo mal que me queda la camisa. Cuando me enfado conmigo mismo mejor dejarme tranquilo y no buscarme, esperar a que se me pase la rabia porque si estoy cerca lo mismo salgo mal parado.
A veces, cuando me enfado conmigo mismo y me preguntó qué puñetas me pasa, me miro con una mueca que mezcla incredulidad y cabreo y termino respondiéndome que “yo sabré lo que me pasa, que si no lo sé yo mal vamos…”, y me desconcierto mucho más, y termino de sacarme de quicio…
…una vez quise largarme. Salí de casa y quise dejarme allí dentro, di un portazo y eché a correr escaleras abajo. Cuando llevaba unos metros recorridos en la calle me di cuenta que seguía conmigo, ¿Qué haces aquí?, me dije, pues qué voy a hacer gilipollas no puedes irte a ningún sitio dejándote a ti en otra parte… hay que joderse. Son esos momentos en los que empiezas a intuir que no te podrás separar de ti de ninguna de las maneras.
Cuando no me aguanto, ya no sé qué hacer conmigo.
Tengo claro que soy la única persona con la que tengo la absoluta certeza de que estaré hasta el día en el que me muera. Tengo mis rarezas, mis cosas, mis manías y o bien las acepto, o estaré en una guerra continua que me desgastará y no será nada rentable, ni emocional ni racionalmente. No soy perfecto, pero soy el que soy (esta frase acojona, ¿eh?), lo que no significa que lo que soy sea algo definitivo y acabado. Aceptarme no es resignarme, así que, a pesar de mis cosas, bien sé que me queda un amplio margen para seguir transformándome y establecer una mejor relación conmigo mismo. Creo que en el fondo me quiero, bueno no, en el fondo no, me quiero, la verdad, y sí… debería decírmelo más a menudo.
Creo que si yo no fuera yo, me acabaría echando de menos, fijo. Quizás por eso siempre acabe perdonándome, aunque tropiece varias veces con la misma piedra y aunque sepa que no soy perfecto. También estoy seguro que uno de los pilares más importantes del amor que me tengo a mí mismo es el compromiso íntimo que me establezco de seguir evolucionando mi persona, acorde con el paso del tiempo, acorde con los contextos en los que vivo e inconformista con todo lo que sea resignarme.
Estos días estuve enfermito, nada grave, un resfriado veraniego con algunas décimas. Al principio me vi venir, ya estaba gritándome que no estaba la cosa para ponerse malo con todo lo que tenía que hacer y tal. Bueno, me paré los pies, mi cuerpo mandaba. Al final he estado cuidándome y han sido unos días de estar conmigo, sin prisas ni pretensiones. Estuvo bien parar, encontrarme en la debilidad y acompañarme, reconocerme y reconducirme.
A veces también es bueno descansar de uno mismo, rompiendo los días, rompiendo los ritmos, o a través de los demás, escuchando otras voces que no son la tuya propia.
.
PD.- no descarto que esta entrada sea producto de la fiebre.
.
.
Me gustó bastante.
Muchísimas gracias Ari… fue un post especial, con el que trataba de divertirme, me alegro que lo hayas disfrutado!
Saludos!
David
ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, meeeeeeeeee encaaaaaaaaaaaaaaaanta David!!!!! Graciaas, gracias y gracias.
Gracias Inma!!
Un abrazo, David.