#citaciega
“…se subió a un pino muy alto,
sintió frío y se bajo,
(no se lo dijo a nadie)…”
‘Pero hombre ¡Es que no lo ves!’, de Fátima M. Roldán
.
El saber no ocupa lugar… pero a veces estorba.
Saber es tener conocimiento de algo, y el conocimiento es el alimento del pensamiento que mantiene a nuestras neuronas en una gimnasia permanente. Sin conocimiento, probablemente nuestro cerebro tenderá a la comodidad… a enredarse en pensamientos circulares, o a dejarse llevar por la inercia que le pille más a mano… con conocimiento los círculos se amplían, la perspectiva es mayor y se suelen ver caminos más allá de los aparentes. Conocer es saber.
El saber, además, consiste también en la habilidad para hacer algo. El saber no es solo teoría, es también práctica, es la destreza que articulas cuando ejecutas una acción para conseguir un objetivo (sea de la naturaleza que sea) … saber dibujar, saber bailar, saber proyectar un edificio, hacer una cama, freír un huevo, redactar un escrito o apretar un tornillo… da igual, es SABER.
Pero confieso que, para mí, lo que realmente determina la sabiduría son los modos y las maneras con las que usamos nuestros conocimientos y articulamos nuestras habilidades. Creo que eso es lo que en definitiva nos define y nos marca la diferencia.
¿Qué haces con lo que sabes? ¿Cómo lo usas? ¿Cómo lo proyectas en ti o en los demás? ¿Cómo haces lo que haces? ¿Qué adjetivos serían los más apropiados para describir fielmente la manera en la que ejecutas tus destrezas?… ahí está la clave…
.
Peligros del saber
Estoy estos días enredado con el libro de Marta Grañó, “¡Vamos!, Cómo aplicar la iniciativa emprendedora en la vida y en la empresa”, un libro cargado de joyitas del que te hablaré en las próximas semanas.
Entre las muchas referencias con las que allí te encuentras, hay una de ellas que me ha llamado especialmente la atención, quizás por los trabajos en los que ando liado estas semanas y en los que el gran reto consiste en que los integrantes de un equipo agreguen sus ‘sabidurías individuales’ en una ‘sabiduría colectiva’ y para lo que se requiere: además de los necesarios conocimientos y habilidades, unas adecuadas actitudes que permitan poner en valor lo que uno sabe y lo que sabe el otro, con apertura y generosidad…
…y aquí, si bien ‘el saber’ de cada uno es necesario, puede ser al mismo tiempo una fuente de obstáculos y dificultades…
Marta Grañó, en su libro, cita a D’Souza y Renner, quienes han abordado esta cuestión sobre los peligros del saber… y yo hoy, no me resisto a resaltar algunas ideas explicándotelas a mi manera… (así no le hago spoiler a nadie y me ayuda a mí a consolidar lo que leo, aplicándolo a lo que me encuentro) …
.
Peligro: LA VERDAD ABSOLUTA
Saber no es gratis, tiene un coste. A veces lo pagamos sin darnos cuenta, otras es fruto de una considerable inversión de esfuerzo y recursos, lo cierto es que el saber no aparece de manera espontánea en nuestro repertorio de aprendizajes.
…sea de una forma u otra, hay un punto en el que lo sentimos: es cuando sabemos que sabemos. Esta circunstancia nos proporciona SEGURIDAD, nos hace sentir cómodos y ágiles en el objeto de nuestro conocimiento y desempeño. El problema es que tenemos una tendencia brutal a bascular hacia aquello que nos da seguridad. Es como si fuéramos adictos a aquellas cosas que nos hacen sentir seguros, y mucho más cuando esas fuentes de seguridad emanan de nuestra experiencia y aprendizaje. Lógico.
Pero claro, cuando nos aferramos en exceso a esta sensación de seguridad que nos da ‘lo que sabemos’, convertimos nuestro repertorio de aprendizajes en VERDAD ABSOLUTA E INALTERABLE. La confianza que tenemos en ‘lo que sabemos’ nos ciega.
En ese momento, dejamos de negociar otras alternativas, nuestro mundo se hace pequeño y nuestra sabiduría nos juega una mala pasada.
.
Peligro: YA NO VOY A APRENDER NADA
Otro peligro del saber es que terminemos cerrándole las puertas a otros aprendizajes.
Saber mucho de algo, ser un experto en una determinada materia, hoy en día es una gran oportunidad. Sobre todo, si la materia de tu especialidad genera beneficios, soluciona problemas o hace sentir bien a otras personas.
No obstante, ser ‘el rey del tablero’ o sentirse así, puede terminar cercenando tu capacidad de acumular más aprendizajes cuando crees ya lo sabes todo sobre algo y asumes temerariamente que nada o poco te puede sorprender. Cierras el cuaderno, dejas de tomar notas, sabes demasiado y confundes ‘demasiado’ con ‘todo’.
Esta actitud de rechazar nuevos aprendizajes también se puede filtrar en tu propio desempeño, perdiendo progresivamente originalidad, creatividad, y enredándonos en lo que ya sabemos. Terminamos replicándonos una y otra vez, diciendo lo mismo, haciendo lo mismo (que por ser bueno sigue funcionando) pero va dejándonos atrás.
.
Peligro: INCREMENTAR NUESTRA ESTUPIDEZ
Por otro lado, nuestra sabiduría, que también tiene propiedades embriagantes (de embriagar = atontar, perturbar o adormecer a alguien), sobre todo cuando se mezcla con el ego (entendido en este caso como ‘exceso de autoestima’), puede llevarnos a situaciones ridículas…
…como la de fingir que conoces todas las respuestas sobre algo, o verte a ti mismo prefiriendo negar la evidencia para defender tu posición, enrocado soberbiamente en lo que sabes… situaciones que nos hacen perder, además de un tiempo y una energía valiosa, nuestra perspectiva real sobre la disciplina que supuestamente dominamos, y sobre los contextos y las circunstancias en las que nos encontramos.
Ridículo, y un punto de fuga de nuestra capacidad de liderazgo, por donde se nos van la credibilidad y las fuerzas.
.
Antídotos
El antídoto contra esto… no sé, imagino que además de tener un adecuado desarrollo personal y trabajarse, entre otras cosas el ego, el apego, el orgullo, la soberbia y la vanidad… nada más y nada menos… creo que dos posibles estrategias que eviten que nuestra sabiduría no se convierta en un estorbo pudieran ser…
… por un lado, tomar verdadera conciencia de los ritmos del mundo en el que vivimos, esto es, lo nuevo solapa a lo nuevo de forma trepidante, los aprendizajes por tanto tienen una fecha de caducidad temprana, el escenario cambia y por tanto, cambian las reglas del juego… que o te las vuelves a aprender, o corres el peligro de perderte en la partida….
…por otro lado, un entorno altamente complejo como el que vivimos, nos exige una capacidad de respuesta mayor que la que uno mismo es capaz de generar; por tanto, o conectamos nuestra sabiduría a otras sabidurías para afrontar la complejidad, amplificando así nuestros aprendizajes y estrategias… o iremos perdiendo efectividad en el uso que hagamos de nuestro conocimiento. Hablo de trabajar en red y generar redes efectivas de trabajo, algo muy sano, además de efectivo.
Por último, enterarnos, o terminar de enterarnos… que lo que nos trajo aquí, no tiene por qué llevarnos allá…
Buena semana!
.
2
Deja un comentario