#citaciega
“…el paso del tiempo
pisó algunos, y liberó a otros,
que se dejaron correr…”
‘El reloj implacable’, de Fátima M. Roldán
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Este es uno de esos posts fruto de lo que observo en mi trabajo, esta vez sobre algo que me llama mucho la atención cuando acompaño a equipos. Voy a reconocer desde un principio, aún a riesgo de ponerme en evidencia, que para mí ha sido una toma de conciencia relativamente reciente… y potente…
Verás, te hablo de un conflicto que puede darse en equipos que llevan un tiempo trabajando juntos. Equipos que iniciaron sus proyectos hace veinte, diez, cinco años… y siguen funcionando juntos… es cuando nos encontramos con la misma gente en el mismo proyecto… solo que ahora, esa gente no son las mismas personas…
…esto es algo que si no se ha digerido bien, termina resintiéndose significativamente en el proyecto y las relaciones que lo conforman… en los objetivos y en el propio bienestar de sus integrantes.
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Cómo hemos cambiado
Es absolutamente natural que las personas cambiemos con el tiempo. Lo contrario, sería preocupante.
Cambian las circunstancias, los contextos. Cambian los estados civiles. Cambian los estados vitales. Algunas personas crecen, en el mejor de los casos. Otras, se retraen. Se atraviesan momentos de conexión y de desconexión. Algunos se activan, otros se desactivan. Todo es dinámico. Algunas personas tienen hijos, otras no. Cambian las prioridades…
…y a veces, curiosamente, a pesar de la evidencia y el reconocimiento explícito de esos cambios individuales y personales, parece que a nivel colectivo la empresa, organización o lo que sea que los mantenga unidos… no termina de integrarlos y asumirlos… es como si “el proyecto” entendido como entidad abstracta que los reúne a todos, no terminase de aceptar ese cambio en su propio ADN… como si quisiera seguir a pesar de sus integrantes, con las mismas reglas de siempre, heredadas, en otro tablero distinto…
…este, es un perfecto caldo de cultivo para generar estados de ánimo, entre otro, como la nostalgia (por lo que fuimos), el resentimiento (por las cuentas pendientes que han ido quedando), la tristeza (por lo que se pierde), el sentimiento de desconexión (como modo de huida) o la decepción (por la no correspondencia entre lo que esperaba de ti y lo que has terminado haciendo).
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Lo que nos pasa
El problema es que todo lo anterior termina generando en una falta de atención a los objetivos y los resultados, incluso se puede llegar a poner en peligro la continuidad del proyecto… algo grave si ese proyecto representa el trabajo o medio de vida de las personas que lo integran.
En este sentido, y sorprendentemente, cuando algunos equipos deciden abordar esta situación (y aún se está a tiempo), su demanda principal no se centra en la gestión de las relaciones. A ver, sí, es un tema que sale, la gente no es tonta…pero a pesar de ser conscientes de que las cosas no marchan bien entre ellos, terminan focalizando su atención en cuestiones como la mejora del sistema de comunicación interna, problemas de organización, de gestión de recursos, en la necesidad de innovar en los procedimientos de trabajo, en adaptar su actividad a los nuevos tiempos, etc…
…aspectos que seguramente requieren foco, pero que en muchos casos no dejan de ser un síntoma de la enfermedad subyacente… una enfermedad tan incómoda de reconocer como de tratar…
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Conciliación
Es una pena en contextos como este zanjar el asunto diciendo que la gente ha perdido la motivación y la ilusión y fin de la historia. Que la gente ya no está. Que si antes servían ahora no, y que algunos que antes empujaban ahora son un lastre. Ojo, que todo esto se puede dar y se da, insisto, las prioridades y el momento vital ha podido llevar a algunas personas a continuar de una forma descapitalizada e impulsadas por pura inercia.
Pero en otros muchos casos, este apagón individual y colectivo es una pura cuestión de falta de ajuste del proyecto a la nueva realidad de sus miembros. Sé que no es fácil gestionar esto, que es complejo, sobre todo cuando las normas implícitas del equipo están rígidamente establecidas (a pesar de la infectividad de alguna de ellas), los hábitos individuales muy consolidados y los roles de cada uno muy marcados.
No se pueden resetear las relaciones. Ni empezar de cero. Pero sí construir una nueva realidad, considerando el punto presente, el momento vital de cada una de las personas y su nuevo encaje en la misión del proyecto, la redefinición de la visión y el descubrimiento de los valores más afines a las conductas que se requieren.
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¿Qué necesitamos?
Estoy absolutamente convencido de que afrontar un proceso de este tipo, más allá del impacto que tenga en el proyecto y en sus resultados, termina mejorando el bienestar personal y colectivo… ingredientes esenciales para que el talento discurra ágilmente y de manera adecuada, facilitando por tanto que se aproveche toda la sabiduría y el aprendizaje acumulado (ahora en hibernación).
…pero insisto no es fácil… se requiere disposición…
Disposición para gestionar el propio ego, el de todos. Para gestionar el orgullo, y deshacerse de la soberbia y la vanidad. Tocará ceder y asumir…
…tocará conocer de nuevo a cada miembro del equipo, su historia. Cuando se comprenden las historias de la gente se entienden sus comportamientos. Es interesante volver a conocer a quien crees que ya conoces, es nutritivo y saludable, para uno mismo y para los demás. Es una forma de aceptación del paso del tiempo y de la dinámica de las relaciones.
Tocará reconocerse a uno mismo ahora, poniéndose en perspectiva con respecto al pasado. Reconocer el cambio, lo que hemos ido dejando, lo que hemos ido arrastrando y lo que hemos ido incorporando.
Tocará, sin duda, ponerle nombre y apellidos no solo a las necesidades de cada uno, si no a las competencias que a día de hoy individualmente se atesoran (descubriendo que algunas permanecen, otras han mutado, otras desaparecieron y otras se incorporaron), y acomodándolas de nuevo al proyecto, que también mutará con este proceso.
No es fácil, no es imposible… pero es necesario.
No se trata de ser los de antes cuando ya no somos los mismos, se trata de ser lo que somos… dejar de ‘ir de vueltas de todo’… y de volver a encarar el camino.
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Por cierto…si queréis ver un caso en el que la intensidad del cambio y de la transición corta el ambiente y es absolutamente palpable, no os perdáis este vídeo, es la última actuación de los Beatles… las actitudes son absolutamente reveladoras y la comunión con el momento total…
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