#citaciega
“-…¿Qué?…
-No, nada…
-…ah…”
‘A su puta bola’, de Fátima M. Roldán
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Igual que se dice eso de que estamos en el momento de la historia en el que más titulados existen en el mundo, creo que también estamos en el momento de la historia mundial en el que más gente entiende, sabe y práctica estrategias y técnicas de desarrollo personal.
Estamos en la era del desarrollo personal, de hecho, no sé como aún hay gente triste e insatisfecha en el mundo si, en definitiva, todo es cuestión de actitud (<- ironía).
A mí todo esto no me parece mal… siempre que me dejen tranquilo, claro.
Además, como dirían Faemino y Cansado, mejor que a la gente le de por el ‘desarrollo personal’ que por delinquir, drogarse o cualquier otra cosa peor… aunque bueno, los caminos del desarrollo personal son inescrutables y nunca sabes donde puedes terminar (<- no ironía) …
En fin… que después de esta introducción que como casi siempre no tiene nada que ver con el tema central que voy a tratar, dando una nueva lección de “como no empezar un post” paso al lío…
…la cuestión es que (esto es una percepción subjetiva), a pesar de que hoy en día estamos en la ‘era del desarrollo personal’ me cuesta muchísimo trabajo encontrar a gente que practique una buena escucha, que sean buenos escuchadores…
…algo que resulta bastante frustrante y asfixiante, sobre todo para quien necesita ser escuchado.
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Everybody knows…
Si sacas el tema de la escucha en cualquier sitio, rápidamente todo el mundo se pondrá a hablar.
Reconozco que he hecho la prueba premeditadamente en repetidas ocasiones para ver lo que ocurría (ya, soy un cabroncete, qué vamos a hacerle). Sacas el tema a colación y, pronto, la gente empezará a decir sin escucharse que hoy en día la gente no se escucha, que no se sabe escuchar o que no se quiere escuchar.
Curiosamente, en estos corrillos, cuanto más iniciado esté el grupo que conversa en temas de habilidades sociales o acompañamiento de personas más nerviosos estarán todos por dar su opinión lo más pronto posible (aunque esa opinión sea exactamente igual a otras ya dichas), en estos casos los solapamientos se dan con más frecuencia y se genera un curioso ambiente de “concurso televisivo” en el que todos actúan con una actitud de “¡¡yo lo sé, yo lo sé!!”, importando un pimiento que los demás también lo sepan.
Si preguntas a la gente “qué es escuchar” te hablarán de palabras, emociones, empatía, generar presencia, etc., de hecho, se podría hacer un perfecto manual de la escucha con todas las aportaciones que se dan en estos casos.
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La precipitación
La cuestión es que, en la práctica, cuando nos toca escuchar, en muchas ocasiones nos dedicamos a otras cosas que sabotean precisamente esa escucha y arruinan la interacción.
Una de las que más me llama la atención es la tendencia a la precipitación, esto es, el acto compulsivo que se tiene por responder a quien habla casi sin dejarlo acabar. La precipitación en una conversación es una de las manifestaciones más potentes de que no se está escuchando y dinamita el mensaje que se esté expresando.
La precipitación deja sin espacio al otro e impide entender con claridad lo que nos tratan de transmitir.
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La proyección
Además de lo anterior, está la proyección de experiencias propias en la conversación. En plan “eso ya me ha pasado a mí”, que es algo que jode mucho que te digan cuando tú tratas de contar algo especialmente significativo para ti.
Cuando proyectamos estamos interpretamos lo que nos están diciendo en función de lo que nos ha pasado a nosotros o incluso a alguien que conocemos, que es una forma “muy fina” de usurpar el protagonismo de la conversación dejando, otra vez, sin espacio al otro.
Creo que esto es una de las cosas que más desconectan y más resentimiento causa entre las personas, aunque pocas veces se dice explícitamente.
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La evaluación
Otra forma de no escuchar es la evaluación. Verás, yo tengo una amiga que cuando le estás contando algo notas como se le levanta una ceja y frunce levemente el ceño. Sabes perfectamente que no te está escuchando, que lo que está haciendo es evaluar lo que cuentas para ver si encaja o no con su mapa, con su sistema moral, social y de valores, preocupándose de si lo que dices “está bien o no está bien”.
Es un rollo, porque notas que en vez de escucharte te está interpretando todo el tiempo. Un agobio… aunque sea muy fácil llevarse bien con ella, solo tienes que gestionar bien las palabras para conseguir que relaje el ceño y baje la ceja.
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Fingir
Por último, y como si de ‘orgasmos’ hablásemos, la escucha también se finge.
La mirada perdida de tu interlocutor (aunque te mire a ti), unos recurrentes “…ajá… sí… ajá… ya…” intercalados en la conversación o unos comentarios excesivamente genéricos sobre lo que se está diciendo, son algunos de los muchos indicios de los que disponemos para saber que la escucha es fingida.
Sea como fuere, esto se termina percibiendo y arruina el estado de ánimo de quien habla ya que lo llevas a un: “…estás pensando en otra, ¿verdad?”.
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Una escucha demasiado activa
Creo que nos han hablado tanto de “escucha activa” que se nos ha ido la bola… y hemos terminado haciéndola DEMASIADO ACTIVA.
Una persona que adopta el rol de “escuchar” no debería hablar tanto como quien tiene la necesidad de ser escuchado. Una persona que “escucha” no es un consejero, ni un asesor personal, ni tiene que tener la respuesta para el dilema que se le plantee. Una persona que escucha está facilitando un espacio para que otra persona verbalice lo que tiene dentro, le ponga palabras, emoción y estructura… ¡¡que no es poco!!
…siendo la mejor respuesta, cuando se escucha, la de la comprensión, sin más.
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El sentido de lo que se dice
Para mí, en la escucha, además de recibir las palabras, los gestos, las emociones y estados de ánimo, las explicaciones y las acciones… LO MÁS IMPORTANTE sin duda es llegar a identificar el sentido que todo esto tiene para la persona… creo que aquí está la clave…
…pero no como un ejercicio técnico de escucha, sino como una consecuencia del proceso comunicativo, que ha sido tan efectivo y humano que ha permitido entender el peso emocional que le da el hablante a todo lo que está expresando… brutal…
…solo así, cuando conectamos con el sentido que la persona da a lo que dice, la comprensión mutua se consuma y ambos obtienen ese oxígeno psicológico que nos permite comprender y ser comprendidos.
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Quien tenga un buen escuchante en su vida tiene un tesoro.
Quien sepa escuchar tiene un capital valioso para generar conexión con los demás.
No es fácil encontrar a quien te escuche, ni zafarnos de los impulsos que nos impiden escuchar… así vamos… todos en el mismo mundo pero cada uno en su universo.
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Me ha encantado el post, la entradilla sin duda, que da mucho que pensar. La verdad es que es muy accesible el universo del desarrollo personal, al que a cada uno le llevan unos motivos, y se ha convertido en un agradable pazo para muchos.
Y me ha encantado ‘la escucha demasiado activa’, cada cual tendemos a caer en una… y los del universo del desarrollo personal a veces vamos con la gorra del falso coach, haga sol o no. Muy interesante David! Un abrazo!
Gracias Beatriz!
Un abrazo y seguimos!!
d.
Buen comienzo David con este post sobre la escucha. O mejor dicho, sobre las interferencias en la escucha, sobre lo que mata la escucha y la comunicación. Es meter el dedo en la llaga de los sentimientos y eso es siempre de agradecer. Se agradece que lo digan otros, porque como bien dices cada cual “va a su bola” y eso quema.
Si ya en nuestro trabajo es importantísima esta acción de escucha, sólo hay que imaginar lo importantísimo que lo es en nuestro día a día, con nuestros hijos, familia, amigos, clientes y un infinito etcétera.
Gracias por tu comentario Aurora, y por saber que sigues ahí… bien sabes que es un tema que me gusta, y que necesito revisar periódicamente. Un abrazo!!
d.