#citaciega
“…pensaba que, si todo mejoraba, estaría mejor.
(pero no había tutorial que lo explicase claramente)…”
La pelota de ping-pong, Fátima M. Roldán
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Sé que corro el riesgo de ser repetitivo con este post… también sé que esta no es la mejor frase para comenzar un post. Qué vamos a hacerle. Pero si algo tengo claro es que mi Blog va conmigo, esto es, suele ser un reflejo de lo que sé, de lo que hago, de lo que siento y de lo que me suele ocurrir, en tiempo real.
Por eso mi Blog es un instrumento fantástico para que puedas conocerme profesionalmente, conocer mis propuestas y mi manera de trabajar. Maneras que pueden gustarte más o menos, y que no tengo ningún inconveniente en compartir, faltaría más…
…te cuento…
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El relativo peso de la formación
Hace unos diez días publicaba el post “Tu vida no va a cambiar en un taller formativo”, en el que compartía mi punto de vista sobre la ineficacia de la formación como elemento único de transformación.
En ese post, consideraba que los cambios requieren normalmente de un proceso más que de un acto formativo. La formación cumple su función, pero es en la realidad, fuera del aula y en las rutinas, donde se calibran el verdadero impacto de la misma.
En definitiva, la formación es necesaria pero no suficiente.
Hoy, imparto la segunda sesión formativa de un total de tres sesiones, de dos horas cada sesión, donde estoy apoyando a un grupo de docentes en el desarrollo de una serie de iniciativas de Educación Emocional en su centro. Esta circunstancia me invita a escribir sobre cómo afronto este proceso desde mi rol y a compartir mi punto de vista (asumiendo los riesgos).
Sé que este post puede resultar un tanto incómodo para algunas personas (y clientes), pero no voy a decir nada que no haya dicho antes, que no haya repetido antes de iniciar cualquier proceso formativo, tanto de manera pública como de manera privada. Siempre he procurado avisar en este sentido, con tiempo y antelación.
Y es que, si nuestra vida no va a cambiar en un taller formativo… cuando nos toca educar en algo como la Inteligencia Emocional, no basta solo con disponer de una serie de sesiones de formación recibida y un puñado recursos técnicos, se necesita algo más, mucho más…
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¿De qué va esto?
No es lo mismo enseñar conocimientos, que enseñar habilidades, que enseñar actitudes. No es lo mismo. Por eso es importante que nos planteemos si enfocamos la Educación Emocional como la enseñanza en una serie de conocimientos, de habilidades y/o de actitudes.
Los conocimientos son fáciles de medir, aunque el grado de conocimiento en un momento determinado no correlacione necesariamente con el aprendizaje de la persona (esto es, puedes demostrar que tienes muchos conocimientos sobre algo en un examen, y en realidad, haber aprendido poco o nada sobre ese asunto).
Las habilidades también son susceptibles de una medición relativamente accesible, si lo sabes hacer y lo haces, sabes hacerlo… y si la acción se replica en el tiempo, adaptada a múltiples circunstancias, entonces, casi estaremos seguro de que el aprendizaje cristalizó adecuadamente. Las garantías de aprendizaje en estos casos son mayores.
¿Y las actitudes? …pues las actitudes, bajo mi punto de vista, son difíciles de medir y además, su aprendizaje no tiene final. Las actitudes son escurridizas, dinámicas. Las actitudes reflejan la manera de ser de alguien sobre algo, o dicho de otro modo, la valoración que una persona presenta frente a otra persona, objeto, hecho, circunstancia, etc., y que la hace actuar, responder o reaccionar de una manera u otra.
Dicho esto, ¿cómo enfocarías un proceso de Educación Emocional?… ¿Como una cuestión de conocimientos, habilidades y/o actitudes? …respóndete… y plantéate… ¿Qué recursos necesitas para ello?… ¿Cuáles son los más efectivos?… [algo hablé de esto en post Inteligencia Emocional en las Aulas]…
…para mí, la Educación Emocional es fundamentalmente una cuestión de actitud, de generar una actitud que será el denominador común que determinará tus conductas en la vida. Tu manera de afrontar, elegir, vivir, actuar…
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Cuestión de actitud…
Por tanto, si la Educación Emocional consiste en desarrollar en las personas la capacidad de conocer y reconocer sus emociones, la de los demás, interpretarlas y generar conductas efectivas y sostenibles para la propia persona, los demás y su entorno…
…reconozcamos que todo esto no se va a conseguir simplemente con un ‘puñado de actividades’…
Por ello, no dejo de sorprenderme cuando en este tipo de procesos formativos un 75% de la demanda se centra en tener los recursos “adecuados”, libros, manuales, actividades, etc. que faciliten estos proyectos de Educación Emocional… como si en los libros encontrásemos la solución casi con el nombre y el apellido del alumno que la requiere… como si estos libros, manuales y actividades no estuvieran ya accesibles en la Red. Porque lo están, y si lo están, a golpe de click y es precisamente lo que crees necesitar… ¿entonces?
Si el conocimiento se enseña con el conocimiento, y la habilidad se enseña con la acción… la actitud se enseña con la actitud (con el ejemplo). IGNORARLO, SERÍA UNA TEMERIDAD.
Por ello, me resulta DOBLEMENTE SOPRENDENTE, lo sencillo que nos resulta hablar de los conflictos en el aula, de las actitudes de los chicos, de su escasa capacidad de respuesta, de sus reacciones consentidas…
…y lo complejo que resulta abordar estos mismos temas en el propio profesorado, afrontando directamente sus conflictos en el claustro, la diversidad de actitud de cada profesional de la docencia, su capacidad de respuesta ante las dificultades o sus reacciones… todas ellas naturales, todas ellas gestionables (por muy complejo que nos pueda parecer), todas ellas impactando en el ejercicio de nuestras competencias y en el bienestar del profesorado.
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…¿y de recursos?
Los primeros recursos para Educar en Emociones son nuestros propios recursos personales y la capacidad que tengamos para gestionarlos. No resulta sencillo. Lo he repetido mil veces, las emociones son innatas, la gestión emocional no, pero se aprende. No es fácil, no es imposible. Si el sistema emocional de nuestro alumnado es permeable y tú eres su referencia, ellos, por momentos, también serán tu espejo (más allá de otros que también tengan).
El ejercicio de la docencia es arduo, siendo una de las profesiones más transformadoras que existen, más necesarias y quizás, de las menos valoradas en función a la contribución que llevan a cabo.
Y todo ello se complica más si consideramos que el docente desarrolla su trabajo en entornos complejos y complicados, y al mismo tiempo, en unas condiciones laborales de seguridad y permanencia, cuando hablamos de la enseñanza pública claro. La combinación de ambas variables puede generar las mejores y las peores consecuencias a nivel profesional… o se genera una motivación admirable e imparable, o se abre la posibilidad de entrar en una peligrosa ‘vía muerta’ que no lleva a ningún sitio.
…de hecho, nos encontramos con situaciones en las que frente a los mismos alumnos, las mismas familias, el mismo equipo directivo, el mismo barrio, la misma ciudad, la misma ley educativa, la misma escasez de medios… distintos docentes = distintos resultados, ¿?
Cuestión de actitud, cuestión de profesionalidad, cuestión de marca personal docente. Cuestión de recursos propios, personales, que en definitiva son los que marcan la diferencia.
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Sin soluciones, ni milagros… solo quedas tú
Empezar un proyecto de Educación Emocional en las aulas no hace milagros. Es una inversión a largo, una inversión en la que quizás quienes la empiezan probablemente no disfruten de todos sus resultados.
Trabajar la Educación Emocional en un aula no es igual a tranquilizar a los alumnos, (para que yo pueda hacer mejor mi trabajo). Ese es un efecto colateral, un beneficio que se puede generar, pero no es el propósito. No se puede instrumentalizar este tema, así no funciona.
Tampoco es un puñado de actividades bien ordenadas y secuenciadas, estas no garantizarán nada. [No pidáis actividades que ya están al alcance de todo el mundo, en la red].
Tampoco creo que se pueda abordar de manera efectiva este tema si el docente es el primer “agotado” por sus circunstancias, sus momentos, su realidad… esperanzando en que si mejora el clima emocional del entorno, mejorará el suyo propio.
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Sé que no es sencillo. Pero considero que gran parte de los docentes que inician un programa de Educación Emocional para sus alumnos, agradecerían en primer lugar haber recibido un programa para ellos mismos.
Un programa que los fortalezca, que les afine su capacidad de respuesta. Que los apoye y les permita disponer ágilmente de todo su potencial…. un potencial muchas veces ahogado por sus entornos y contextos, por las rutinas y la burocracia que los entretiene en cuestiones de forma, que no de fondo, importantes para el sistema, irrelevantes para las personas.
Más formación del profesorado, para el profesorado, en temas de educación emocional, sería más efectivo que una formación del profesorado para el desarrollo de las competencias emocionales de los alumnos… que sí, que es necesario, pero no suficiente.
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Procesos y Aprendizaje
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La Educación Emocional (en un puñado de actividades)
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Imagen vía Pixabay con licencia CC0 Public Domain
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