#citaciega
“Teniendo sabor a final,
jamás pudo imaginarse que aquello fue el principio de todo”
De El final invertido, Fátima M. Roldán
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Nunca se sabe cuándo va a ser la última vez de algo. Y todo tiene una última vez, incluso nosotros mismos. Hasta las cosas más cotidianas tienen una última vez. Hasta las cosas que más nos gustan. Hasta las cosas malas. A veces la última vez tiene fecha fija, otras veces nos viene en el momento más inesperado. Es así, es lo que tiene la última vez.
A veces la última vez es un alivio, otras puede ser un momento doloroso. A veces la última vez es motivo de celebración, de alegría, y otras, una auténtica putada.
A veces parece que va a ser la última vez de algo… pero no, eso no ocurre, y la última vez se pospone hasta ‘mejor ocasión’.
…me flipa no tener garantías ABSOLUTAS de dónde estaremos dentro de 10 minutos.
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¿Te das cuenta?
A veces somos conscientes de que estamos viviendo una última vez de algo… y otras, no tenemos ni idea de que es “la última vez” de lo que nos está ocurriendo. Nos damos cuenta luego, o incluso no nos damos cuenta nunca, porque las cosas más nimias también tienen una última vez, silenciosa y contundente. Y es que, por decirlo de alguna manera, nuestra atención es ‘caprichosa’ con estas cosas.
Decía Steve Jobs, en su conferencia más famosa, que si viviéramos todos los días como si fuera el último, algún día tendríamos razón. Bueno… tampoco es cuestión ni de revisar a diario si está todo en orden para nuestro funeral… ni de irnos de parranda continuamente por si acaso… pero reconozcamos que el tipo tenía razón, y su frase contiene un carga aplastante de sentido común.
Maldito sentido común, que deja tantas veces en evidencia nuestros hábitos y desajustes.
Lo cierto es que pensar que ‘la última vez’ se puede cristalizar en cualquier momento, como algo natural, sin dramatismos, agudiza los sentidos, las acciones y los propósitos. Es como vivir la vida en HD, sobre todo en aquellos momentos emocionalmente significativos… que con las prisas se nos escapan y que cuando son recuperados y traídos a la conciencia nos hacen sentir que ‘todo encaja’.
Es curioso. ¿Te das cuenta?
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A propósito de la última vez…
La “última vez” y los “propósitos” casan bien, lo uno complementa a lo otro, y se ayudan a digerirse.
Últimamente pienso que tan importante es tener un propósito y darle un sentido a lo que haces, como irrelevante es que lo consigas. Esto te puede parecer una barbaridad, más aún viniendo de alguien que se dedica al Coaching, pero es que cada día lo tengo más claro.
OJO, no hablo de metas y objetivos. Las metas y objetivos son otra cosa. Las metas y objetivos se definen para ser alcanzados. Tienen que ser concretas, específicas, tienen que tener su momento en el tiempo y el espacio, e incluso su fecha. Hay metas finales (conseguir algo) y metas de desarrollo (consolidar un determinado hábito, por ejemplo), y tanto unas como otras nacen parar hacer tangibles nuestros retos y nuestros logros. El propósito, en cambio, es la dirección hacia la que nos dirigimos.
Me explico: imagínate que estás subiendo una escalera, pues cada meta, cada objetivo es un peldaño; es necesario ir subiendo peldaños, siendo el propósito la dirección a la que apunta esa escalera. Todo en su conjunto, dirección y peldaños, le da sentido al movimiento. Los objetivos se consiguen, los propósitos nos orientan, no en el sentido de hacia ‘dónde’ subes, sino ‘para qué’ subes, y ‘cómo subes’. Piénsalo.
Quizás esté equivocado, pero creo que todo tiene su ‘para qué’ y todo tiene ‘su final’, y conjugar estas variables con la naturaleza de nuestra vida nos puede fortalecer y evolucionar, en todos los sentidos, haciéndonos vivir una ‘última vez’ como un acto de conciencia y de humanidad plena.
Todo tiene un ‘para qué’, hasta la última vez de algo.
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Sin anestesia
Vivimos en una sociedad llena de realidades virtuales. Hay realidades virtuales digitales, de las que más se habla últimamente. Pero también hay realidades virtuales mentales, las nuestras. Como si viviéramos atrapados en nuestro propio Matrix. Se hace necesario salir, aunque haya frío fuera, pero cada vez se hace más necesario salir. Es una forma de humanizarnos.
Se sale de nuestro propio Matrix cuando le damos presencia a lo que nos rodea. A las personas, las cosas y las situaciones. Cuando escuchamos, tocamos, olemos, sentimos. Directamente, sin intermediaciones. Sin anestesia ni sucedáneos. Cuando salimos de la cueva que hay dentro de nuestro cráneo y conseguimos ver las cosas desde otra perspectiva.
La última vez de las cosas MERECEN SER VIVIDAS, sentidas, para que formen parte de nosotros, de nuestra experiencia, de nuestro propósito. De nuestra HUMANIDAD.
Las “últimas veces” nos humanizan. Nos enfocan. Son como descargas de conciencia que nos recolocan.
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Quizás sea la última vez…
Hoy quizás sea la última vez de algo. Y no digo esto para que te pongas en alerta, ni para que te pongas triste, ni alegre, ni nada de eso. Me lo digo a mí. Hoy escribo para mí, aunque lo comparta contigo.
A mí este pensamiento me reconecta. Me hace aterrizar. Salir de mis prisas e incluso de mis proyectos (los proyectos deben ser un medio, no un fin). Me hace volver la mirada a la cotidianidad con más presencia, de reconectar con las personas que me rodean y de darme cuenta de lo importantes que son para mí. Es humano. Es vida. Es la vida. A veces fría, a veces cálida, con toda la gama de emociones posibles, sin anestesia, pero no quiero perdérmela. Es mi elección.
Dale una vuelta, (desde la felicidad) pregúntate cómo quieres vivir la última vez de _________ (acaba tú la frase). Pregúntate si lo estás haciendo como querrías, qué impacto tendría en tu día a día, qué te haría sentir, y qué puñetas te impide hacerlo si no lo estás haciendo ya.
No vendrá mejor ocasión que esta. Quizás sea hora de dejar de aplazar ciertas cosas.
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Y es que, las últimas veces de muchas cosas, pueden ser las primeras de algo.
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Procesos y Aprendizaje
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La última vez de las cosas
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Imagen de OmarMedinaFilms vía Pixabay
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