#citaciega
“…hacía tanto tiempo que no se hablaban
que no recordaban los motivos de su enfado…
pero se odiaban, cada día con más fuerza…”
‘Un gusano en tu bocadillo’, de Fátima M. Roldán
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Te puedo asegurar que mi mayor fuente de inspiración a la hora de escribir en este blog la encuentro en los proyectos, formaciones e intervenciones que en cada momento tengo entre manos.
Así, en estos días, más allá de los eventos en los que he participado, he desarrollado algunas intervenciones con equipos de trabajo en las que sigo descubriendo y aprendiendo mucho más de lo que hubiera podido imaginar.
Me encanta. Es toda una suerte contar con la confianza de un grupo de personas que se abren profesional y emocionalmente con la intención de fortalecer la estructura colectiva en la que trabajan y ejercen sus competencias. Cualquier facilitador debería responder ante esto con la mayor entrega y rigor posible…
…sobre todo porque un equipo no es un ente abstracto… un equipo tiene caras, nombres, apellidos, desafíos, miedos, aspiraciones y objetivos compartidos… un equipo es en definitiva un conjunto de PERSONAS.
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Somos personas antes que equipo
…en este contexto, me sigo fascinando por cómo las cuestiones más humanas son las que tienen un mayor impacto en los procesos colectivos y en la productividad de un equipo.
Concretamente me refiero al impacto de las emociones que se generan en las relaciones que se dan en el seno de un equipo, y que terminan estando por encima de cualquier cuestión técnica (por mucho que en algún caso cueste admitirlo) …
…reconozcámoslo, si hay dos o más personas en un equipo que no se dirigen la palabra… o en el seno del mismo se aprecia algún desencuentro o se distinguen dos o más bandos… olvídate de que esto se arregle diseñando un buen organigrama, unos buenos flujos de comunicación interna, implantando cualquier aplicación tecnológica o incluso con el mejor discurso sobre la importancia de la diversidad de opiniones y la identificación de los roles que pudieran estar operando… no, eso no va a funcionar…
…o la situación se afronta, por muy incómodo que resulte, o se repetirá… y se repetirá una y otra vez con el peligro de terminar pudriendo a medio plazo la estructura humana sobre la que se asienta el proyecto…
…además de quemar a los protagonistas de la desavenencia y a las personas que las rodean.
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Asuntos pendientes
En este punto, observo que uno de los sentimientos negativos recurrentes que se da en entornos de trabajo colectivo es el del resentimiento, esto es… el que se manifiesta con esa libretita mental de “asuntos pendientes” que no se han terminado de cerrar y aún escuecen…
…algunos de esos asuntos pueden ser más o menos recientes… otros, en cambio, pueden estar tan latentes y perdidos en el tiempo que a pesar de mantener vigente el enfado la gente casi ha olvidado la razón de este, e incluso tienen que hacer un esfuerzo para recordar aquella anécdota que los incendió de por vida.
Estamos ante situaciones pasadas percibidas como afrentas presentes.
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Anatomía del resentimiento
El resentimiento es un sentimiento incómodo. Verás, por un lado, te tiene enganchado al pasado, como si fueras un prisionero de algo que ocurrió hace un tiempo. Además, te vincula emocionalmente con alguien con quien tienes o has tenido una movida desagradable y no te terminas de separar de esa persona. Y, por último, se parece mucho a esas bolas de acero que llevan los presos, ya que sigues soportando esa carga emocional a pesar del tiempo.
Básicamente, el resentimiento es un enfado sin resolver. Evidentemente no se trata de cualquier enfado, sino de una cuestión que en un momento determinado fue especialmente relevante y que originó un conflicto con alguien significativo.
Desde otro enfoque, el resentimiento refleja un incumplimiento de expectativas: lo que tú esperabas de una persona o de un grupo de personas no se corresponde con lo que esa persona o personas hicieron, y al tratarse de una cuestión relevante para ti y de unas personas significativas, la decepción se torna en un enfado que se mantiene y que se termina infectando.
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Una úlcera en el equipo
El resentimiento en el seno de un equipo es como una úlcera. Como una de esas enfermedades que se hacen crónicas y ralentizan la marcha de las tareas.
El resentimiento distrae la atención de los integrantes de un equipo, aumenta la susceptibilidad de las personas, entorpece las intervenciones y genera una precaución (a veces infantil) que hace los caminos más largos a la hora de tomar una decisión, presentar una idea, dar una directriz o evaluar una situación.
Cuando existe resentimiento entre dos más personas dentro de un equipo se incrementan las conversaciones veladas y los comentarios de pasillo, uno de los mejores indicadores de que la confianza está dañada.
Y ojo, porque cuando lo que se daña es la confianza mal vamos… ¿Cómo voy a comprometerme con quien me genera desconfianza o con quien participa de una guerra interna? ¿Cómo voy a compartir responsabilidades con esas personas? …
…finalmente, la capacidad de respuesta del equipo se resentirá ya que tendrá el foco puesto en cuestiones internas más que en cuestiones operativas… resintiéndose igualmente su efectividad y sus resultados.
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Requisitos de gestión
Gestionar el resentimiento no es fácil…
…normal, una de las razones por las que un enfado perdura en el tiempo es porque cuesta trabajo expresarlo y ya solo esta circunstancia complica enormemente su gestión… pero lo dicho, lo que no se afronta se repite.
Personalmente, creo que para gestionar el resentimiento en el seno de un equipo es necesario en primer lugar generar el contexto adecuado para ello, esto es, generar un espacio seguro en el que las personas se sientan libres para expresarse y sepan que van a ser escuchadas. No es fácil, no es imposible.
Pero, además, se requiere de un fondo común mínimo de entendimiento. Esto es, debe existir voluntad para abordar el desencuentro, sabiendo que probablemente la cuestión no quedará zanjada y que la solución pase por redefinir los términos de la relación para que esta sea lo más saludable posible con sus protagonistas y lo más ecológica con el entorno en la que se desarrolla.
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Pasito a pasito
Ese espacio seguro y ese fondo común de entendimiento son el escenario necesario para abordar la historia desde otra perspectiva. Una nueva perspectiva que permita desatascar ese momento pasado que se nos atragantó y que aún nos sigue asfixiando. Algunos aspectos que quizás nos puedan ayudar a ello…
En primer lugar, abandonar los condicionales, esto es, dejar de hablar en clave “debería haber…”, “tendría que haber…”, o “creía que…” y todas sus variantes. Pero, sobre todo, abandonar los “deberías haber…”, “tendrías que haber…” o los “creías que…”, expresiones que mantienen vivo el reproche, que es el combustible perfecto para avivar el conflicto y el resentimiento que le acompaña.
En segundo lugar, dinamitar la expectativa inicial, esto es, aceptar que la otra persona no es como nosotros pensábamos que era. Para ello, es conveniente conocer su historia, sus motivos, sus experiencias, sus miedos, etc. Ojo, esto nos permitirá comprender y respetar a la persona, que no es poco, algo que no es igual a aceptar lo que hizo o dijo… empezamos asumir que persona y conducta son dos cosas distintas.
En tercer lugar, tomar conciencia e integra que la conducta de una persona es la fotografía de esa persona en un momento determinado, pero no es la persona… quédate con la persona, pero no con esa fotografía que tanto te desagrada. Disocia persona y conducta, si no, estarás atrapado en esa fotografía, en una imagen que cada día estará más desfasada.
En cuarto lugar, lo anterior te permitirá ejercer el perdón, que tiene que ver con conceder una excepción a una persona sobre algo que ha hecho. El perdón no conlleva olvido, pero sí excepcionalidad. Por muy duro que resulte, el perdón es necesario para poder cerrar la herida y seguir tu propio camino.
Y en quinto lugar, redescubre a la persona. No te digo que te entables una amistad con ella… que no, que la movida no va de eso, pero sí necesitamos redescubrir a la persona precisamente en su aspecto más personal para poder comprender, deshacer el nudo y continuar. Insisto, no elijas la conducta, elige a la persona… aunque ya no camines más junto a ella y no la vuelvas a ver… lo contrario te mantendrá en conexión con ella tal y como te contaba en el párrafo anterior “Anatomía del Resentimiento”.
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Necesario
No es fácil… no es imposible… y es necesario.
No afrontar el resentimiento es continuar en el sufrimiento e incluso hacer sufrir a otras personas, y contribuye a generar ambientes irrespirables… situaciones complicadas…
…en las que resultará difícil que seamos plenamente efectivos… y en las que se dificultará la productividad colectiva
El proceso puede resultar incómodo, pero insisto… es necesario y liberador.
Buena semana!
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Menudo tema has elegido…el resentimiento, los conflictos en el equipo. Como tú bien dices” no es fácil, no es imposible” ( ya esa expresión encierra mucho). Y no es imposible pero se convierte en imposible cuando no hay voluntad de afrontar ( por comodidad, por falta de competencias del responsable, por pensar que mejor “no meterse”…) Y es que si el contexto no ayuda, no facilita, se convierte en un problema indefinido, que tienes, como parte del equipo, hasta llegar a “asumir, que no a entender “y a ver y vivir sus efectos catastróficos en el trabajo y en las relaciones personales. Me gusta mucho eso de “separar una determinada actuación de la persona”. Difícil pero necesario en la convivencia laboral. Saludos y gracias por tus aportaciones
Gracias a ti siempre… por enriquecer el post con tus comentarios!
Un abrazo Oliva!!
d.