#citaciega
“…cada minuto le costaba una vida,
y sin tener muchas ganas de seguir pagando
se declaró insolvente, y siguió dejando que todo pasara…”
‘El hombre del despacho del fondo’, de Fátima M. Roldán
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Venga… sin que sea ninguna novedad, voy a marcarme otro post de “cosas que me están llamando la atención estas semanas” … y es que, cuando voy cargadito de trabajo y a velocidad de crucero reconozco que me cuesta pararme por aquí de la forma en la que me gusta hacerlo. De todas maneras, esta paradita por el blog me reenfoca bastante y bien merece la pena.
De lo que hoy os voy a hablar no es algo nuevo, ni que haya descubierto estas semanas… pero bien es cierto que es algo recurrente y que aparece una y otra vez, aunque visite grupos y equipos diferentes, en contextos diferentes…
…se trata de las distintas formas en las que unas personas viven y ponen en valor su experiencia, o por el contrario, la devalúan, sea esta experiencia mucha o poca, da igual…
…y así, observas como a veces la experiencia lejos de ser ‘un grado’ se convierte en un gran obstáculo, o de cómo la inexperiencia puede ser el mejor recurso de aprendizaje y desarrollo o toda una autolimitación en toda regla. En ambos casos aparece la experiencia devaluada.
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Una amplia experiencia
Aquí hay tres cuestiones que me gustaría resaltar para que le demos al coco en este tema.
La primera, nos podemos encontrar con personas que tienen mucha permanencia temporal en algo, bien sea un sector, una empresa, una ocupación, o lo que sea… y que confunden estos años de permanencia con años de experiencia. ¿Acaso no es lo mismo? Pues no. Para mí no. Hay gente que dice tener 10 años de experiencia en algo, cuando en realidad solo tiene uno o dos, siendo el resto una fotocopia de los anteriores. Y es que, el paso de los años no es suficiente para adquirir el mejor conocimiento y la mejor habilidad en algo. Por cierto, esta actitud no tiene nada que ver con la edad, esto es, puede haber gente así con 28, 30, 35, 45, 55 o los que sean…
Por otro lado, están quienes tienen mucha experiencia, son acumuladores de aprendizajes, pero van dejando progresivamente de aprender para convertirse en “maestros de todo” por considerar precisamente eso… que ya lo saben TODO. Es cuando la experiencia en vez de convertirte en referente te llena de soberbia. Ya lo sabes todo, qué me vas a contar, y dudo mucho que vaya a aprender algo nuevo (aunque lo diga). Esta actitud, visto el contexto en el que vivimos caracterizado por el cambio constante y la inercia imparable de la innovación de las cosas, es cuanto menos una absoluta temeridad. Por cierto, esta actitud no tiene nada que ver con la edad, esto es, puede haber gente así con 28, 30, 35, 45, 55 o los que sean…
Y, en tercer lugar, están los que llevan una pila de años de experiencia, de experiencia real, cargada de conocimientos, aprendizajes, interacciones, situaciones diversas, anécdotas… y que siguen ejerciendo de aprendices. Gente con una alta capacidad de escucha, que complementa en vez de corregir, que apoya una iniciativa con su bagaje (aunque no sea suya), y que están absolutamente encantados de ofrecerte su legado… porque entienden su legado como algo que les fue dado, y que necesita ser traspasado… una pasada. Es la experiencia puesta en valor. Por cierto, esta actitud no tiene nada que ver con la edad, esto es, puede haber gente así con 28, 30, 35, 45, 55 o los que sean…
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Inexpertología
…me permito jugar aquí con el título del libro de Andrés Pérez Ortega, Expertología, para referirme al caso contrario que describía en el apartado anterior. Gente que no lleva tiempo en un determinado sitio, no se siente experto, y entre quienes curiosamente podemos observar actitudes similares a las anteriores.
Así, encontramos por un lado a quienes faltándole experiencia, asumen pasivamente su rol. No toman iniciativas o no aprovechan sus márgenes de maniobra. Se dejan llevar. No se mueven salvo que se les de la instrucción pertinente. Son reactivos, asumen sus funciones básicas pero no tienen mucho interés de ir más allá. Hacen lo que tienen que hacer, que es la forma elegante de decir que “hacen lo justo y necesario” en tiempos donde lo justo y necesario normalmente se suele quedar pobre. Por cierto, esta actitud no tiene nada que ver con la edad, esto es, puede haber gente así con 28, 30, 35, 45, 55 o los que sean…
Por otro lado, están los que no teniendo una excesiva experiencia tienen bien integrados recursos tan frescos y nuevos como ellos. Van tan rápido como los tiempos que habitan. Ágiles, con gran capacidad de adaptación y un aprendizaje natural de lo nuevo. Van tan rápido que pueden terminar confundiéndose y pensar que han vivido tanto o mucho más de los que le rodean, y de que ellos sí que saben de qué va la historia. Terminan despreciando lo viejo, desconectando de la experiencia acumulada por otras personas y actuando con una soberbia grotesca frente a quienes llevan años abriendo camino (y han posibilitado que ellos estén donde están ahora). Presumen de flexibles, ágiles, innovadores y tolerantes… aunque su conducta les delata, ya que esto se da siempre que sea con los de su tribu. Por cierto, esta actitud no tiene nada que ver con la edad, esto es, puede haber gente así con 28, 30, 35, 45, 55 o los que sean…
Por último, están quienes viven con mentalidad de aprendiz, esa gente que despeja su atención para focalizarse en el siguiente paso, que sabe que no sabe nada, porque lleva poco tiempo, porque se sienten siempre recién llegados. Mentalidad generadora de curiosidad, madre de todos los aprendizajes. Gente lo que recicla todo (todo lo que les pasa vale y aporta), bien sea una experiencia más, una interacción más, un conocimiento nuevo o algo viejo que ahora se presenta y lo integramos de otra manera… gente ‘inexpertamente’ sabia. Gente que sabe que el universo NO GIRA SOBRE UNO MISMO, que el universo SE APRENDE, y que acumula una renta nada despreciable. Por cierto, esta actitud no tiene nada que ver con la edad, esto es, puede haber gente así con 28, 30, 35, 45, 55 o los que sean…
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Todos en el mismo saco
…y lo curioso, es que todos pueden estar en el mismo saco, esto es, nos los podemos encontrar compartiendo el mismo contexto profesional, el mismo equipo. Diferentes edades, diferentes experiencias, distintas formas de vivir esa experiencia… en el mismo lugar y con la misma misión.
…y ojo, esto no tiene esto que ver con que en un mismo equipo puedan existir distintas formas de aprendizajes, porque en definitiva, las distintas formas de aprender terminan llevándose bien, y las fricciones que se dan entre ellas siempre terminan con un buen retorno…
…esto tiene que ver con gente que suma y gente que resta, gente que pone en valor lo que acumula y gente que lo devalúa, gente que quiere aprender y gente que no… gente que quiere avanzar y gente que se conforma o se conformó… tenga la edad que tenga, lleve el tiempo que lleve en el proyecto, tenga la experiencia que tenga…
…y lo curioso y fascinante, es que muchas veces, cuando hablamos de la cohesión de un equipo nos terminamos perdiendo entre los anhelos de propósitos compartidos, roles que casen bien, normas que faciliten las interacciones, mejorar la convivencia, y potenciar elementos motivadores… cuando uno de los elementos cohesionadores más importantes en un equipo es que sus miembros, sean quienes sean, sean como sean, compartan un denominador común LAS GANAS DE APORTAR LO QUE VAN ACUMULANDO, o dicho de otra forma, las GANAS DE SEGUIR APRENDIENDO… a través de la puesta en valor de su experiencia para sí mismos y para los demás.
…cuando eso ocurre, todo funciona mejor, y las maneras de ser encuentran acomodo.
Recuerda: tú eres el resultado final de tu biografía… un resultado final, siempre ‘provisional’.
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