#citaciega
“Nunca le inquietó
escucharse en la voz de los demás”
De La habitación oscura del pensamiento positivo, Fátima M. Roldán.
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Hay muchas formas de no escuchar. Por ser bien pensado, yo creo que la mayoría de las veces que no se escucha se hace de manera inconsciente. Esto es, que si la gente se diera cuenta de que no está prestando atención a lo que su interlocutor trata de decirle posiblemente variaría su conducta.
Digo esto porque en muchos procesos y formaciones, cuando la gente se visualiza ‘no escuchando’ a los demás, lo normal es que se reconozca esta mala conducta-actitud, se admita y se trate de rectificar… de hecho, los niveles de escucha aumentan considerablemente en un grupo tras estos ejercicios. Cosa distinta es que la escucha como hábito se consolide y trascienda más allá de estos momentos ‘formativos’.
Pero bueno, en este sentido prefiero ser bien pensado y hacer un acto de fe… si la gente supiera que no escucha, escucharía más (por lo menos durante un ratito).
Hay muchas formas de no escuchar, y la cuestión es que algunas de ellas son bastante ‘incómodas’ o dolorosas para el ‘no escuchado’. Sobre todo cuando el que habla está expresando un mensaje emocionalmente significativo, que lo expresa por esa necesidad puramente humana de verbalizar determinadas emociones y compartir algunos momentos vitales con los demás.
Si lo miramos con perspectiva, es un privilegio que alguien nos confíe un momento importante… y toda una torpeza no saber recoger esa confianza depositada en nosotros.
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Yo ya lo sé
Resulta demoledor desviar la atención hacia uno mismo cuando otra persona nos está compartiendo un momento propio y personal. Cuando nos cuenta una experiencia importante, que está viviendo en ese momento, que le está generando determinadas emociones y sentimientos. Emociones y sentimientos que lo están modelando, que le están transmitiendo un particular mensaje, a veces duro, a veces de felicidad inmensa… da igual la emoción, se trata, en definitiva, de un momento vital que está siendo comunicado.
No hay forma más traicionera de responderle a esa persona que interrumpirle el discurso en algún momento indicándole de una forma u otra eso de “a mí ya me ha pasado eso”, “yo ya lo he vivido”, “sé cómo te sientes”… e incluso “sé cómo te vas a sentir”. Vamos, que no solo se le priva a la persona de su momento y experiencia, sino que además se le hace un spoiler emocional en toda regla, descontextualizando su intervención e incluso haciéndole sentir ridículo…
…digo ridículo porque suele haber una extraña mezcla de ‘me estoy abriendo a la persona no adecuada’ y de ‘joder, ya sé que no soy el único al que le ha pasado esto, pero no hace falta que seas tan explícito, coño, ten consideración, déjame vivir la experiencia…’.
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Yo te comprendo
Quizás, en el mejor de los casos, sea un acto de empatía torpe. Quizás no nos hayan enseñado, o no hayamos aprendido a entender a los demás y demostrárselo sin hablar de nosotros, solo con nuestra presencia y nuestra escucha inteligente.
El hecho de que comprendas a una persona no significa que se lo tengas que demostrar con tu propia experiencia. No hace falta. Primero, porque quizás esa persona no necesite que se lo demuestres de ninguna forma, y lo único que quiera es que se la escuche. Segundo, porque no todas las personas somos iguales… y lo que tú sentiste y viviste, lo mismo no es exactamente igual que lo que esa persona está viviendo… aunque se le parezca. Recuerda que las experiencias emocionales son únicas, aunque se parezcan.
…otra cosa distinta es que tengas una necesidad visceral de contarle que tú también pasaste por lo mismo… en este caso no estaría mal que valoraras: por qué tienes esa necesidad que se manifiesta como respuesta a la experiencia de otra persona, qué te aporta a ti y qué ‘crees’ que le va a aportar al otro… y si aún así, se te mantienen las ganas, joder, busca otra mejor ocasión pero no cortes el momento de quien te habla.
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Yoísmo
Nadie debería dar lecciones a nadie de lo que se siente, se vive o se padece en una determinada situación. Nadie debería solapar las experiencias de los demás con las suyas propias. Es un acto de puro yoísmo, sin duda.
El yoísmo, es una de las enfermedades que más sordera emocional e insensibilidad genera, y uno de los discursos preferidos de quienes van de maestros y maestras por la vida, o de quienes gozan de victimizarse.
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La generosidad
Creo que uno de los mayores gestos de generosidad consiste en dejar espacios. Dejar espacio al otro. Dejar conscientemente espacio a los demás, más aún cuando esos espacios son reclamados con emociones y necesidades humanas.
Escuchar hace grandes a los demás (y a quien escucha). Calma el dolor de quien habla. Aporta perspectiva. Genera presencia. Es uno de los mayores actos de conexión humana que conozco. Escuchar no es consolar, ni aconsejar, ni dirigir, ni ilustrar, ni posicionarse… ni dar la razón, ni convertirse en el eco de la otra personal.
Escuchar, acompañar, desde la madurez es un privilegio que a veces nos conceden y que no siempre aprovechamos.
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Procesos y Aprendizaje
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Yo ya he pasado por eso
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Imagen de Kapa65 vía Pixabay
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Cuando escucho los debates en la tele me lleno de pena y desconecto, porque no se ponen de acuerdo, todos hablan a la vez y nadie escucha lo que uno quiere expresar. Me encanta cuando lo defines como un “spoiler emocional en toda regla, descontextualizando su intervención e incluso haciéndole sentir ridículo…” a lo mejor es que de eso se trata. Yo creía que eso solo era en política, pero no, también es el día a día familiar, vecinal, entre amigos y desconocidos, todos sabemos mucho más que el otro “siempre”, salvo cuando hablamos con el de la funeraria. Un abrazo y gracias por compartir tu conocimiento
Gracias Benito,
…como siempre, un placer tenerte en casa. Nos vemos muy pronto.
David